Foto: Pixabay
Durante la temporada del Día de Muertos las calles de las ciudades, así como los panteones se llenan de flores de cempasúchil. De acuerdo con el Gobierno de México, en el país se han registrado 27 variedades de cempasúchil para su producción y hay 35 especies silvestres.
Las flores de cempasúchil más conocidas son los clemoles, cinco llagas, anisillo y pericón. Todas estas variedades poseen una gran producción de semillas por la fuerte fertilidad de las plantas.
A nivel mundial existen 131 variedades de cempasúchil con derecho de obtentor registradas y protegidas en 13 países. Entre los países en los que se puede conseguir las flores del Día de Muertos están Australia, China, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Perú, Sudáfrica, entre otros.
Datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), señalan que en México hay nueve estados productores de cempasúchil. Los estados más representativos son Puebla e Hidalgo, con 15 mil 324 toneladas y mil 205.70 toneladas, respectivamente. Por su parte, Tlaxcala, Veracruz y la Ciudad de México produjeron en conjunto un total de 19 mil 442 toneladas de flores durante el 2021.
Por su parte, en el ciclo agrícola de 2022 se estima una producción en el país de 27 millones de flores de cempasúchil. Igualmente, la alcaldía Xochimilco, de la CDMX observará un aumento del 40 por ciento de producción respecto al 2021, según información de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
Asimismo, el Gobierno Federal señaló que la producción y venta de este tipo de flor se mantiene prácticamente exclusiva para la festividad del Día de Muertos. Sin embargo, se busca promover su consumo, por ello se difundirá el conocimiento existente entre las diversas culturas del país sobre su uso y consumo de manera tradicional. Asimismo, se buscará concientizar la importancia de recolección y cuidado de las semillas de especies silvestre para la conservación de su biodiversidad.
Dicha flor ha sido utilizada en la tradición mexicana porque los mexicas la consideraban como un símbolo de vida y muerte. En ese sentido, evidencia arqueológica indica que la flor fue domesticada hace tres mil años. El color amarillo era relacionado con el sol, por lo cual, se utilizaba en las ofrendas dedicadas a los muertos para crear senderos con la finalidad de guiar a las almas hacia los altares.
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