
Foto: Patricia Manero (NotiPress/Composición)
A 117 años de su nacimiento, la trayectoria de Libertad Lamarque continúa siendo motivo de análisis por su impacto en la cultura musical de América Latina. Reconocida por su estilo definido y su interpretación vocal aguda, se convirtió en una figura representativa del tango argentino desde inicios del siglo XX.
Nacida el 24 de noviembre de 1908 en Rosario, Santa Fe, inició su carrera artística desde temprana edad y consolidó una discografía que alcanzó varias regiones. Su voz de registro soprano fue parte de una generación que impulsó el tango desde escenarios porteños hacia una audiencia continental.
Posteriormente, en 1932, el Teatro Colón organizó un concurso donde interpretó dos piezas emblemáticas del género, La cumparsita y Taconeando. Como resultado de esa presentación, recibió el título de "La reina del tango", una denominación que acompañaría su nombre en la historia del género.
Gracias a las emisiones radiofónicas, su popularidad creció rápidamente. En 1933 protagonizó ¡Tango!, primera película sonora argentina, bajo producción de Argentina Sono Films. Continuó en la pantalla grande con títulos como Ayúdame a vivir, Besos brujos y La ley que olvidaron, durante la etapa de mayor auge del cine argentino.
Durante la década de los cuarenta, formó parte del elenco estelar del celuloide nacional junto a figuras entre las que se encontraban Zully Moreno y Mirtha Legrand. Más adelante se trasladó a México, donde su carrera alcanzó una nueva proyección internacional. En este país filmó melodramas y comedias sentimentales, con canciones integradas a las tramas. Obras tales Otra primavera, La mujer sin lágrimas, Cuando me vaya y Canción del alma consolidaron su imagen en calidad de intérprete y actriz dramática.
Colaboró con directores como Alfredo B. Crevenna, Miguel Zacarías y Tito Davison, y compartió escena con Arturo de Córdova, Pedro Infante y Julián Soler. Estos títulos contribuyeron a difundir su repertorio en español por toda la región. En cada país donde residió, grabó temas de géneros locales, ampliando su impacto más allá del tango.
En las décadas siguientes, se mantuvo activa en el teatro y la televisión. En los años noventa participó en telenovelas como La usurpadora y, poco antes de fallecer, en Carita de ángel. Su figura se mantuvo vigente durante más de siete décadas, con roles que reflejaban las tensiones sociales de su época, desde mujeres abnegadas hasta personajes enfrentados a estructuras tradicionales.
Así, la Secretaría de Cultura recordó recientemente su legado, destacando su influencia regional y su aporte a la música popular latinoamericana. Su repertorio cruzó fronteras e integró diversos estilos, sin dejar de lado su raíz tanguera.
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