
Foto: X @UKinArgentina
Reino Unido sostiene hace más de 35 años su misión diplomática en Argentina en un escenario donde la cooperación bilateral avanza, pero las tensiones históricas persisten. Con la reciente llegada de David Cairns como nuevo embajador en Buenos Aires, Londres refuerza una estrategia que no muchos otros países tienen: el perfil público de su representante importa, y debe ser más que sólo un funcionario.
Mediante un video difundido por la embajada, el diplomático se presentó ante los argentinos: "Soy David Cairns, el nuevo embajador británico. Y hoy voy a descubrir un poco de esta ciudad, Buenos Aires, con bici". En su recorrido, el nuevo canciller pasó por los símbolos históricos y culturales que conectan ambos países. "Fue un regalo en 1910 de los británicos al país de Argentina para celebrar su cumpleaños de cien años", indicó Cairns al referirse a la Torre de los Ingleses. Al cierre de su mensaje agregó: "Voy a decir que yo y mi esposa somos tan felices de estar aquí en Buenos Aires".
El estilo visible de Cairns continúa la línea de su predecesora Kirsty Hayes, aunque con un tono más enfático en su comunicación. Ambos representan un modelo diplomático que busca revalorizar el vínculo bilateral sin dejar de lado los puntos sensibles.
Desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en 1990, tras la guerra de 1982 por las Islas Malvinas, los gobiernos de ambos países impulsaron mecanismos de cooperación en múltiples áreas. En 1998, durante el Gobierno de Carlos Menem, la relación avanzaron en el objetivo de "continuar trabajando juntos con espíritu cooperativo en todos los temas de interés mutuo, particularmente en el contexto del Atlántico Sur", como indica un comunicado de la época.
Sin embargo, las fricciones en torno a la soberanía de las islas continúan activas. En 2012, un cruce diplomático entre la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el exprimer ministro británico David Cameron reflejó la distancia política del momento. La insistencia por la soberanía de las Islas Malvinas de la exmandataria, aunque legítima, alentó una ola de anglofobia en el país. La tendencia fue tal que muchos manifestantes irrumpieron con violencia en la embajada británica exigiendo el quiebre de las relaciones entre ambos países. La quema de la Union Jack en las calles y en las nacientes redes sociales, más la resistencia a la cultura británica, marcaron el segundo gobierno de Cristina Kirchner.
En la presidencia de Mauricio Macri, la relación bilateral ingresó en una etapa de distensión, la mira se volvió a poner en la cooperación técnica y el diálogo político. Diversos encuentros multilaterales y acuerdos operativos marcaron una reactivación del vínculo tras los años de mayor confrontación. En la actual administración de Javier Milei, ese enfoque institucional se mantiene, con un tono más pragmático en los intercambios sin alterar el reclamo argentino sobre Malvinas.
No obstante, las polémicas en torno al vínculo diplomático parecen no tener fin. En septiembre de 2024, la entonces embajadora Hayes se negó a posar en una foto oficial con legisladores argentinos luego de que una diputada peronista se negara a quitarse una remera con la inscripción "Las Malvinas son argentinas". Es aquí donde puede verse también las diferencias dentro de la política argentina para sostener el reclamo de las islas.
Este año se cumplen 200 años del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado en 1825, uno de los primeros acuerdos internacionales celebrados por la Argentina independiente. Mientras tanto, la designación de David Cairns parece responder a la intención británica de sostener una presencia activa y de bajo conflicto. Su experiencia previa como embajador en Suecia y directivo en el sector energético privado refuerza el perfil técnico y dialoguista que Londres priorizó en Buenos Aires.
Contenido actualizado el 27-11-2025 08:38
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