Descubren que la clave de la regeneración en ajolotes está en destruir, no crear

Un nuevo estudio revela que los ajolotes guían su regeneración eliminando una molécula clave, lo que podría abrir camino a terapias humanas

Científicos descubren que la regeneración en ajolotes depende de destruir ácido retinoico, un hallazgo clave para la medicina regenerativa

Un equipo de científicos de la Universidad Northeastern ha identificado un mecanismo esencial en la regeneración de extremidades del ajolote, una salamandra originaria de México con capacidad única para reconstruir brazos, corazón o médula espinal. La investigación, publicada el 11 de junio de 2025 en la revista Nature Communications, demuestra que el secreto no reside en la producción de señales químicas, como se creía, sino en su destrucción controlada.

El estudio, liderado por el profesor James Monaghan, se centra en la enzima CYP26B1, responsable de degradar el ácido retinoico (AR), un derivado de la vitamina A. Según explicaron los investigadores, esta molécula actúa como una guía posicional que indica a las células dónde están ubicadas en el eje de una extremidad. "La clave no estaba en cuánto ácido retinoico se producía, sino en cómo se degradaba", declaró Monaghan en entrevista con WIRED.

En zonas distales, como la muñeca, los niveles de CYP26B1 son elevados, lo que reduce el AR y limita la regeneración a estructuras más simples. En cambio, en zonas proximales, como el hombro, la baja presencia de la enzima permite que el AR se acumule, generando información suficiente para reconstruir segmentos más complejos como el húmero o el radio.

Para probar esta hipótesis, el equipo bloqueó la acción de CYP26B1 en muñecas amputadas mediante un inhibidor llamado talarozol. El experimento resultó en extremidades completas y duplicadas, confirmando que al aumentar artificialmente el AR, las células "creyeron" estar más cerca del hombro y procedieron a regenerar más de lo esperado.

El hallazgo también identificó al gen Shox, conocido por su papel en el crecimiento óseo en humanos, como un "interruptor maestro" activado por altos niveles de ácido retinoico. La eliminación de este gen con tecnología CRISPR provocó extremidades cortas y anómalas, lo que subraya su papel en la formación de huesos proximales.

Aunque los humanos comparten genes similares con el ajolote, carecen de la capacidad de reactivar estos programas genéticos tras una lesión. "La diferencia es que el ajolote puede volver a acceder a ese programa después de una lesión, y los humanos no", afirma Monaghan.

El reto para la medicina regenerativa es inducir artificialmente un blastema —la estructura celular clave en la regeneración— en tejidos humanos. Monaghan sostiene que no sería necesario alterar el ADN, sino intervenir con precisión usando señales moleculares. Esto permitiría, por ejemplo, que células madre se integren con mayor eficacia al reconocer su ubicación dentro del cuerpo.

Los resultados aportan un mapa genético y molecular que podría ser crucial para futuras terapias en medicina regenerativa. Según Monaghan, comprender cómo el ajolote activa estos mecanismos representa un paso decisivo para transformar el enfoque terapéutico actual hacia uno verdaderamente reconstructivo.