La Casa de Tucumán, escenario de la declaración de independencia en 1816, fue reconstruida en 1943 tras décadas de deterioro y abandono
La Casa de Tucumán, lugar donde se declaró la independencia el 9 de julio de 1816, es hoy un ícono de la historia argentina. Como símbolo de la emancipación de la corona española, esta pequeña edificación es actualmente un pilar de la identidad argentina. Sin embargo, esto no fue siempre así, ya que su infraestructura no fue atendida sino hasta 1943, luego de décadas de abandono y destrucción parcial.
El recinto, que alguna vez fue la residencia de doña Francisca Bazán de Laguna, se convirtió en sede del Congreso de las Provincias Unidas, en un contexto marcado por conflictos internos y la amenaza de una reconquista española. Construida en 1760, la vivienda perteneció a la familia Laguna desde que Francisca la recibió como dote matrimonial. Tras la batalla de Tucumán en 1812, el gobierno la alquiló y utilizó como alojamiento militar, almacén de guerra y aduana.
En febrero de 1816, ante la inminencia del Congreso, se iniciaron reparaciones: ampliaron el salón principal, pintaron el frente con cal y las puertas y ventanas de azul prusiano. Según los testimonios históricos, Francisca decía: "Es un orgullo para mí que todo esto esté pasando en mi casa".
Su selección se dio por una cuestión geográfica. En ese entonces, Tucumán ocupaba el centro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, por lo que todos los representantes de sus provincias podrían viajar una distancia relativamente similar.
El Congreso comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816, y el 9 de julio, a las tres de la tarde, proclamó la independencia de los reyes de España y de cualquier dominación extranjera. Los diputados juraron su decisión el 21 de julio. Sin embargo, el acta original redactada y firmada en Tucumán permanece extraviada desde el siglo XIX. Se sabe que fue impresa en castellano, quechua y aimara, en un intento por integrar a las poblaciones del norte. No obstante, la ubicación actual del documento original sigue siendo un enigma histórico. Se desconoce si se perdió cuando fue enviada a Buenos Aires o durante las décadas posteriores.
Tras la partida del Congreso a Buenos Aires en 1817, la familia Laguna retomó la vivienda, pero la vendió al Estado en 1874. Pese a varios intentos por conservarla, su deterioro avanzó. En 1896, la casa quedó desocupada y solo se preservó el salón histórico bajo un templete. Finalmente, el arquitecto Mario Buschiazzo lideró su reconstrucción entre 1941 y 1943, utilizando fotografías, planos antiguos y elementos originales como rejas, baldosas y tejas.
La Casa de Tucumán fue testigo de los debates políticos inconclusos de 1816. El general Manuel Belgrano propuso instaurar una monarquía constitucional encabezada por un descendiente inca, buscando unidad y adhesión indígena. En su autobiografía relató: "Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de la monarquía constitucional con la representación soberana de la Casa de los Incas: todos aceptaron la idea". Sin embargo, el traslado del Congreso y las divisiones internas dejaron inconcluso este proyecto.
Actualmente, la Casa de Tucumán es un símbolo patrio y museo, preservando el legado de quienes, en medio de conflictos y amenazas, optaron por fundar una nación libre. Su reconstrucción permitió recuperar no solo un edificio emblemático, sino también un capítulo fundamental de la historia argentina.