En 2026, la IA ya no busca solo datos: compite por energía, redefine mapas de inversión y convierte la electricidad en ventaja estratégica
El impacto energético de la inteligencia artificial en 2025 evidenció un cambio estructural en el sector eléctrico global. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el auge de los centros de datos generó un aumento de 67% en inversiones durante los últimos dos años. La proyección entre 2025 y 2030 estima hasta 420 mil millones de dólares para generación y redes eléctricas, con demandas de electricidad que podrían superar los 950 TWh en 2030.
Durante 2025, la electricidad pasó a ser el factor determinante para la ubicación de infraestructuras tecnológicas. De acuerdo con Bloom Energy, el acceso directo a fuentes de energía confiables desplazó a la conectividad digital como prioridad para los desarrolladores de centros de datos. Esta dinámica se reflejó en la competencia por contratos de suministro eléctrico y proyectos de transmisión.
Frente a ese contexto, las empresas tecnológicas incrementaron su participación en el mercado de acuerdos corporativos de energía (PPAs). Solo en Estados Unidos, los sectores digital y de inteligencia artificial aseguraron 86 GW en capacidad renovable desde 2015, enfocándose en certificados de energía limpia y proyectos de energía nuclear modular y geotermia avanzada.
Nuevas tensiones surgieron por cuellos de botella en las conexiones a la red. La AIE advirtió sobre la saturación en la infraestructura existente, con retrasos en procesos de conexión que afectan incluso a proyectos en etapas avanzadas. La situación llevó a priorizar ubicaciones con energía abundante, confiable y con bajas emisiones.
Mientras tanto, el Foro Económico Mundial, en su informe sobre transición energética, subrayó que la expansión de la inteligencia artificial incidió en un crecimiento récord del consumo global, con un alza del 2.2% en 2024. Esa tendencia elevó la presión sobre sistemas eléctricos, redes de distribución y fuentes limpias, a pesar del avance en eficiencia y generación renovable.
Así, en contraste con 2025, el escenario de 2026 no se proyecta en función de nuevos compromisos climáticos, sino como un periodo de ejecución crítica. El enfoque se traslada desde el discurso ambiental hacia la viabilidad operativa. La inteligencia artificial mantiene su rol central, consolidando la electricidad como eje estratégico de infraestructura, no solo en términos tecnológicos, sino también en planes industriales, geopolítica y empleo.
India, Europa y Estados Unidos están adaptando sus políticas para integrar fuentes limpias y garantizar el suministro energético ante el crecimiento acelerado de la demanda digital. En particular, India prepara el Complejo Energético Dhirubhai, previsto para iniciar operaciones en 2026, con múltiples fábricas de baterías, paneles solares y electrolizadores.
Empresas con capacidad de asegurar electricidad flexible y limpia a gran escala liderarán la atracción de inversión impulsada por IA. Así, el uso energético de la inteligencia artificial ya no representa solo un reto tecnológico, sino una variable determinante en la planificación industrial y energética mundial.
Para 2026, la ventaja estructural en esta competencia dependerá no únicamente del desarrollo de tecnologías, sino de la disponibilidad efectiva de energía en el punto de consumo. Con una demanda en expansión y márgenes limitados de infraestructura, las decisiones de inversión seguirán vinculadas al factor energético como prioridad.