Ciudad de México,
Martín Olivera
Crédito foto: Gobierno de Edomex
Desde diciembre de 2024, el Bordo de San Jerónimo, también conocido como Bordo de Palmillas, ubicado al norte de Toluca, recibió la visita anual de pelícanos americanos, un fenómeno que se repite por cuarto año consecutivo. Este espectáculo natural atrae a residentes y visitantes que encuentran en estas aves migratorias un motivo de admiración y conexión con la biodiversidad.
Los pelícanos americanos son aves imponentes, reconocibles por su plumaje mayoritariamente blanco, sus rémiges negras visibles en vuelo y una envergadura que alcanza hasta tres metros. Durante la época de cría, presentan un "cuerno" aplanado en sus picos, un rasgo único entre las especies de pelícanos. Este cuerno desaparece tras el apareamiento y la puesta de huevos, marcando una diferencia visual significativa.
El primer avistamiento registrado en esta región ocurrió en el invierno de 2022, cuando un grupo de 40 pelícanos sorprendió a la comunidad local. Desde entonces, el Bordo de Palmillas se consolidó como un punto de invernación clave, donde estas aves permanecen hasta abril antes de retomar su migración hacia el Golfo de México y las costas de Guatemala.
Profesionales de la Universidad Autónoma del Estado de México señalaron que las características del Bordo de Palmillas lo convierten en un refugio ideal para diversas especies de aves migratorias. Entre ellas se encuentran los patos americanos y las garzas, que comparten el espacio y realizan actividades de pesca para alimentarse.
A pesar de su importancia ecológica, el Bordo de Palmillas enfrenta desafíos como la contaminación y la falta de cuidado por parte de las comunidades humanas. Expertos en conservación ambiental subrayan la necesidad de implementar medidas para proteger este ecosistema y garantizar que siga siendo un refugio seguro para las aves migratorias.
La presencia de los pelícanos americanos no solo es un atractivo turístico, sino también una oportunidad para sensibilizar a la población sobre la importancia de preservar estos hábitats naturales.
Además de su envergadura y plumaje característico, estas aves tienen un ciclo de vida que refleja adaptaciones notables. Durante la época de cría, el color de sus partes desnudas, como el pico y las patas, se intensifica a un vibrante naranja. Fuera de esta temporada, estas áreas adquieren tonos más apagados. Los inmaduros, en cambio, tienen un plumaje gris claro que evoluciona conforme alcanzan la madurez.