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Pese al creciente interés por la electromovilidad, y su implementación en políticas púbicas de movilidad en México, sobre todo en sector transporte, el mercado de vehículos eléctricos aún depende de los energéticos disponibles y las plantas productoras de electricidad para alimentar sus motores; por su parte, el desarrollo de la industria automotriz, desde su mercado, infraestructura y tecnología, está vinculado a la industria de los combustibles.
De acuerdo con el reporte de Eficiencia Energética del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), correspondiente al último periodo de 2019, con la ayuda de las cifras emitidas por la empresa estadounidense Bloomberg, se registró un crecimiento en las ventas de vehículos eléctricos durante la segunda mitad de 2019, así como un desplazamiento de los vehículos de hidrocarburos en el transporte público, de usos múltiples y compartidos. A propósito de este desplazamiento, es importante resaltar que en México el automóvil particular representa el 70.7% del consumo de gasolina según las cifras del FIDE para los primeros meses de 2020.
A partir del Balance Nacional de Energía, el FIDE identifica y desglosa los consumos de energía de uso final por sectores: agropecuario, industrial; residencial, comercial y público; transporte. De los 5 mil 362.82 pJ (picoJoules), 44% correspondieron al sector transporte, 35% industrial, 17% residencial, comercial y público, y 3.4% agropecuario.
Cabe resaltar que entre los sectores de transporte e industrial se ha consumido la mayor cantidad de electricidad y gasolina; 30.2% de electricidad para el sector industrial, mientras que en sector transporte se empleó el 63.7% de la gasolina. Por lo tanto, el consumo de gasolina por sí mismo coloca al transporte en el mayor gasto energético de los sectores, con 2 mil 360.16 pJ.
Frente al consumo del sector transporte, una de las iniciativas más importantes para reducir el impacto ambiental a través de la eficiencia energética es el desarrollo de automóviles basados en electromovilidad; ya sean híbridos, con un mínimo consumo de combustible, o completamente eléctricos. Las aplicaciones de la eficiencia energética en el transporte figuran en una optimización del uso energético, y en la implementación de energías limpias que beneficien al medio ambiente; asimismo, este enfoque busca la gestión en movilidad de bienes, mejorar la seguridad, y estrategias de mercado para el desarrollo e implementación de nuevas tecnologías asociadas o subordinadas.
Sin embargo, una problemática central sobre el análisis de los beneficios ambientales en torno a la electromovilidad radica en los residuos contaminantes derivados de las gestiones de abastecimiento, en el control de desperdicios de materiales peligrosos en las baterías, especialmente de litio, así como los desechos de las plantas que operan con base en carbón y elementos radiactivos; un ejemplo de este último se encuentra en el Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR), cuyo objetivo era la construcción de un cementerio nuclear para mitigar los desechos radiactivos en Villar de Cañas, Cuenca, pero ha sido descartado por el gobierno español después de una justificación sobre falta de infraestructura y presupuesto.
Como parte de los desafíos de la electromovilidad, resulta fundamental el balance de los beneficios ambientales del vehículo eléctrico con respecto a energéticos, vías de distribución, y gestiones de abastecimiento; ya que la electricidad requerida para alimentar sus motores puede provenir de cualquier planta que no siga los lineamientos de emisiones o de manejo de desechos contaminantes, así como el gasto energético de los otros sectores para compensar las políticas de producción.
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