Ciudad de México,
Francisco Vicario
Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
El hacking ético se ha consolidado como una práctica legal e incluso "esencial" en el ámbito de la seguridad informática. A diferencia de los ciberatacantes, los expertos en hacking ético, conocidos también como "pentesters", utilizan técnicas autorizadas para identificar y solucionar vulnerabilidades en sistemas, redes y aplicaciones, fortaleciendo así la ciberseguridad de empresas de todos los tamaños. Esta estrategia preventiva permite a las organizaciones detectar y corregir fallos de seguridad antes de que sean explotados con fines perniciosos o criminales.
Israel Gutiérrez, Country Manager de A3Sec, expresó para NotiPress, "estas prácticas de ciberseguridad, realizadas por expertos y de forma continua, permiten a las organizaciones conocer sus puntos débiles desde una perspectiva externa, lo que les proporciona una visión clara de las posibles brechas de seguridad".
El proceso de hacking ético en las empresas consta de varias fases críticas. El primer paso es el reconocimiento, que implica recopilar información valiosa, como contraseñas y datos de acceso de los empleados. Posteriormente, se lleva a cabo el escaneo, utilizando diversas herramientas para identificar elementos como direcciones IP y credenciales.
La tercera etapa consiste en aprovechar las vulnerabilidades detectadas para acceder a datos e información sensibles. Los hackers éticos, una vez en el sistema, pueden emplear técnicas como troyanos y puertas traseras para mantener el acceso. Tras este análisis, eliminan cualquier rastro del ataque simulado y preparan un informe exhaustivo sobre las brechas de seguridad, evaluando su impacto potencial y proponiendo recomendaciones para su mitigación.
Entre las ventajas del hacking ético se encuentra la identificación proactiva de vulnerabilidades, que permite a las empresas detectar y corregir fallos de seguridad antes de que sean explotados, explica el especialista. Además, contribuye al cumplimiento normativo al garantizar que las empresas se adhieran a estándares y regulaciones de seguridad, y fomenta la mejora continua de los sistemas de seguridad, reforzando la confianza del cliente al demostrar un compromiso sólido con la protección de datos.
No obstante, esta práctica también presenta algunas limitaciones. Su implementación puede ser compleja si no existe un objetivo claro, especialmente en pequeñas y medianas empresas. Además, los hackers éticos solo pueden probar un conjunto limitado de sistemas y aplicaciones, y la efectividad de las pruebas depende de la habilidad y experiencia del profesional a cargo. Mal gestionado, el proceso puede dejar puntos ciegos que podrían ser explotados por atacantes malintencionados.
Por su parte, el hacking ético exige a los profesionales un profundo conocimiento de las redes y sistemas de ciberseguridad. Sin embargo, su importancia es incuestionable para la protección empresarial, al prevenir incidentes como la inutilización de equipos, el espionaje corporativo y la filtración de datos sensibles. Al mismo tiempo, ofrece soluciones efectivas para reforzar los protocolos de seguridad corporativos.
Según Israel Gutiérrez, "esta práctica de ciberseguridad se vuelve una inversión para el negocio, ya que apoya fuertemente la seguridad y la continuidad del negocio que ninguna empresa puede permitirse ignorar". Bajo este paradigma, la inversión en ciberseguridad tiene sentido y genera una motivación orgánica para las empresas.