Ciudad de México,
Martín Olivera
Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
En un mundo cada vez más digitalizado, la inteligencia artificial generativa (GenAI) avanza a un ritmo vertiginoso, revolucionando industrias y redefiniendo procesos en sectores clave. Sin embargo, sus capacidades también están siendo utilizadas para fines menos éticos, como el diseño de fraudes que explotan las emociones humanas. La inteligencia emocional (IE), que implica reconocer, comprender y gestionar nuestras emociones, se ha convertido en una herramienta fundamental para mitigar los riesgos asociados a estas amenazas.
Un caso reciente en Canadá expuso cómo un fraude impulsado por GenAI logró engañar a una mujer de 75 años simulando la voz de su nieto en una llamada angustiante. El estafador, apelando a emociones como el miedo y la urgencia, consiguió que la víctima entregara dinero en cuestión de horas. Situaciones similares se multiplican en el ámbito empresarial, donde directivos fueron objetivo de deepfakes que imitan a sus superiores para obtener información confidencial o transferencias de dinero.
Dichos estudios revelan que hasta el 74% de las violaciones de datos están vinculadas a errores humanos, muchas veces causados por manipulaciones emocionales. En este contexto, la inteligencia emocional emerge como un escudo para prevenir reacciones impulsivas y fomentar respuestas informadas.
La inteligencia emocional es clave para enfrentar tres riesgos principales de GenAI:
Si bien las herramientas tecnológicas avanzadas, como FakeCatcher de Intel, prometen ayudar a identificar contenido generado por IA, la precisión y adopción de estas soluciones aún no son suficientes para garantizar una protección integral. En este escenario, la inteligencia emocional se podría posicionar como una fortaleza indispensable, complementando la tecnología con habilidades humanas únicas para detectar y contrarrestar amenazas.