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A la contaminación lumínica suele prestársele menos atención, en comparación con la del suelo o la del agua. Sin embargo, el uso inapropiado o excesivo de la luz artificial tiene consecuencias importantes en el medio ambiente y en la salud de las personas. En tiempos recientes un mayor número de científicos y activistas advierten sobre la problemática y abogan por combatirla y restaurar la noche natural.
La contaminación lumínica consiste en la degradación de la oscuridad de la noche con luz artificial interior y exterior de las estructuras humanas. Aunque está ligada al crecimiento urbano, sus efectos se extienden desde estas áreas hacia zonas rurales y protegidas. Según la Asociación Internacional del Cielo Oscuro (IDA, por sus siglas en inglés), algunos de los componentes de la contaminación visual incluyen el brillo excesivo que causa molestias visuales, el brillo del cielo nocturno sobre áreas habitadas, luz filtrándose de un lugar a otro donde no se necesita, y agrupaciones y concentraciones excesivas y confusas de luz.
Entre las consecuencias negativas de la contaminación lumínica se encuentran el consumo elevado de energía, afectaciones al ecosistema y a la vida silvestre, así como a la salud humana. Respecto a este último punto, ciudades como Nueva York han tenido que cambiar su alumbrado público tras instalar lámparas LED ultrabrillantes, debido a la queja de residentes, quienes reportaron afecciones de sueño con las nuevas luces. En el medio ambiente, la luz artificial interfiere con la migración de aves, con los animales nocturnos y, según un estudio científico publicado recientemente en la revista especializada Biological Conservation, está relacionada con la disminución en las poblaciones de insectos.
IDA, en conjunto con Sociedad de Ingeniería de Iluminación (IES, en inglés), dio a conocer a mediados de abril de 2020, cinco principios para una iluminación exterior responsable, con el fin de ayudar a ciudades, municipalidades y a la población en general a tener un uso más responsable y planificado del alumbrado público y privado. De acuerdo con la información difunda por las organizaciones, los cinco principios son:
- Toda la iluminación debe tener un propósito claro y se debe evaluar el impacto que tendrá en la zona, incluyendo la vida silvestre y el medio ambiente.
- Dirigir la luz únicamente a donde es necesaria y prevenir que se extienda a donde no se le necesita.
- Ninguna luz debe ser más brillante de lo necesario y se debe tener en consideración el espacio a iluminar, dado que algunas superficies tienden a reflejar más la luz hacia el cielo.
- Con sensores y temporizadores, limitar el uso de la luz para garantizar que se encienda sólo cuando se necesite, se atenúe cuando sea posible y se apague al concluir su uso.
- Privilegiar el uso de luces cálidas y limitar la instalación de luces azules al mínimo.
En México, el 26 de abril de 2018 fue aprobado un dictamen de la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en una sesión celebrada por el Pleno de la Cámara de Diputados, el cual busca regular la contaminación lumínica por sus consecuencias en los procesos naturales de las especies. Arizona y Hawai cuentan igualmente con leyes para combatir la contaminación lumínica de sus ciudades, mientras que la Unión Europea tiene también regulaciones locales para la instalación de alumbrado público.
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