Ciudad de México,
Francisco Vicario
Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
Una reciente investigación publicada en Nature identificó patrones cerebrales específicos relacionados con la resistencia o vulnerabilidad al estrés en ratones, arrojando luz sobre cómo el cerebro genera la anhedonia -la incapacidad de experimentar placer-, un síntoma central de la depresión. Los hallazgos también abren nuevas posibilidades para tratar esta condición en humanos, si se validan los resultados en futuras investigaciones.
El estudio fue liderado por Mazen Kheirbek, neurocientífico de sistemas en la Universidad de California, San Francisco. La investigación sometió a los ratones a situaciones de estrés al exponerlos a ratones más grandes y agresivos. En condiciones normales, los ratones prefieren agua azucarada sobre agua simple. Sin embargo, algunos ratones estresados eligieron el agua simple, lo que los investigadores interpretaron como un equivalente animal de la anhedonia.
Al estudiar la actividad neuronal en la amígdala y el hipocampo, regiones cerebrales fundamentales para el procesamiento emocional, los científicos observaron una diferencia crucial: los ratones resilientes mostraron una comunicación robusta entre estas áreas, mientras que los ratones vulnerables tenían conexiones fragmentadas.
Mediante la estimulación neuronal en estas regiones, los investigadores lograron mejorar la actividad cerebral en los ratones susceptibles, quienes comenzaron a preferir el agua azucarada nuevamente. "Esta estimulación leve mejora la firma de resiliencia", explicó Kheirbek.
Más del 70% de las personas con depresión severa experimentan anhedonia, un síntoma difícil de tratar incluso con medicamentos, según el neurocientífico Conor Liston de la Universidad de Cornell, quien no participó en el estudio. Liston destacó que la investigación cubre una brecha significativa en la comprensión de este síntoma.
El estudio también identificó patrones de actividad en la amígdala que podrían servir como biomarcadores de estrés pasado, ofreciendo una herramienta más fiable que las evaluaciones conductuales tradicionales.
Aunque los resultados son prometedores, los investigadores reconocen que queda camino por recorrer. Kheirbek y su equipo planean explorar otras regiones cerebrales, como la corteza prefrontal, para obtener una visión más completa. Por su parte, la neurocientífica Rose Bagot, de la Universidad McGill, subrayó la necesidad de realizar tareas más complejas en modelos animales para simular mejor el comportamiento humano.