Ciudad de México ,
Hannah Cubells
Crédito foto: Gustavo Torres (NotiPress)
Una metáfora ampliamente utilizada por la psicología para entender y gestionar el estrés es la de la "olla a presión". Para entender este concepto se debe imaginar al cerebro como una olla cerrada, en la cual el calor se acumula cuando se enfrenta a diversas fuentes de estrés.
Entre las causas más comunes de estrés se encuentran las responsabilidades, preocupaciones y cambios en la vida diaria. Similar al funcionamiento del vapor en una olla a presión que aumenta y necesita liberarse para evitar una explosión, el estrés en la mente también se acumula. Lo anterior vuelve necesario aprender a manejar esta emoción de una forma adecuada para evitar una "explosión" emocional o física.
Dicha perspectiva sugiere cómo el estrés surge por varios motivos, los cuales pueden ser expectativas personales, problemas sin solución aparente, o transiciones repentinas. Estos funcionan como el "calor" que aumenta la presión interna. Además, la herramienta de la olla a presión sirve para subrayar la importancia de identificar y utilizar estrategias funcionales para liberar las cargas cotidianas evitando así, se vuelvan incontrolables.
La idea de la olla a presión se vincula con la Teoría del Estrés de Hans Selye, quien describe al estrés como una respuesta fisiológica diseñada para adaptarse a las dificultades de la vida. Sin embargo, como sucede con una olla, si la presión interna incrementa demasiado sin una liberación adecuada, esta puede convertirse en un problema serio con consecuencias negativas para la salud.
Un aspecto clave en la gestión del estrés es la habilidad de reconocer las señales indicativas de una acumulación de la presión más allá de lo considerado saludable. Estas señales varían de una persona a otra, pero pueden incluir problemas como insomnio, dolores de cabeza, fatiga constante y pensamientos recurrentes de negatividad. Identificar estas señales a tiempo es crucial para implementar medidas de alivio previas a la ocurrencia de un daño significativo.
Es en este punto donde el autocuidado toma un papel preponderante. Diversas disciplinas, como la Psicología Positiva y la Neurociencia, han demostrado formas para mantener la estabilidad mental y el bienestar a través de prácticas cotidianas. No se trata de eliminar el estrés por completo, lo cual sería irreal, sino de aprender a regularlo, manteniéndolo en niveles manejables. Algunas estrategias útiles incluyen la meditación, el ejercicio regular, el cultivo de relaciones sociales saludables, y la reestructuración cognitiva. Estas herramientas son eficaces para reducir la presión y mantener un equilibrio saludable en la vida diaria.
Al contrario de la idea tradicional de que la presión debe ser "liberada" a través de actividades intensas como gritar o hacer ejercicio vigoroso, estudios recientes plantean la ineficacia de estas acciones, que además pueden agravar la situación. Según una investigación publicada en la Clinical Psychology Review, hay métodos para promover la calma y reducir la excitación, entre estos se encuentran la respiración profunda y la meditación. Estas prácticas son mucho más efectivas para manejar la ira y el estrés. Al implementarlas ayudan a disminuir la activación fisiológica y contribuyen a reducir la presión interna de manera sostenible.
Por esta razón, aunque la "olla a presión" sigue siendo una herramienta valiosa para entender cómo el estrés afecta la cotidianidad, es importante actualizar su enfoque. Reconocer las señales de advertencia y adoptar soluciones basadas en la calma y el autocuidado es esencial para evitar convertir al estrés en un problema crónico. El verdadero desafío radica no en desahogar la presión de manera explosiva, sino en mantenerla en un nivel equilibrado a través de prácticas saludables y conscientes.