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Desde hace varias décadas, los medios reportan cíclicamente declaraciones de políticos o prohibiciones en contra de géneros musicales por incitar la violencia. Tal es el caso del rap y la cultura del hip hop, en lugares como Estados Unidos o Inglaterra, o el reggaeton y los corridos tumbados, en México y Latinoamérica.
No obstante, investigadores y críticos cuestionan esta postura y particularmente consideran que las prohibiciones generales de estilos musicales atentan contra del bienestar de grupos ya marginados. Por ejemplo, un artículo publicado por la Universidad de Sydney, el cual afirma la falta de evidencia de que la música provoque delitos.
Según los autores, sí se ha demostrado, por otro lado, los efectos negativos de la vigilancia policiaca de la música y los músicos, pues criminaliza o margina a los jóvenes. Esto afecta particularmente a los jóvenes de color y empuja a géneros musicales en concreto a la clandestinidad, lejos de foros legítimos.
Por otro lado, la American Bar Association menciona también los recientes casos de la justicia estadounidense, donde raperos conocidos y amateurs han sido sentenciados utilizando las letras de sus canciones como evidencia. En casos de subgéneros del rap, como el grime o el drill –donde a menudo se abordan temas de violencia, crimen y la vida en las calles–, a los raperos no se les da un margen artístico comparable al de otros géneros, señala.
Es decir, existe un "sesgo insidioso", el cual a menudo causa que el público interprete literalmente las letras y considere al género como literal y autobiográfico; este sesgo también puede influir en fiscales y jueces, advierten. No obstante, como en muchos otros géneros, los artistas a menudo escriben bajo personajes ficticios, hacen referencia a eventos en las noticias (incluidos los crímenes) y emplean hipérboles líricas, subrayan.
Un estudio publicado en la revista Genealogy, sobre la criminalización de la música drill, concluyó además que criminalizar este tipo de música es contraproducente. Cuando esto sucede, señalan, se desvía la atención de los factores de riesgo de violencia juvenil grave, realmente comprobados con evidencia.
Otras investigaciones también han encontrado que los oyentes atraídos por la música extrema (como ciertos tipos de death metal y rap) reportan resultados psicosociales positivos como empoderamiento, alegría y paz. Mientras, otras investigaciones no hallaron evidencia respecto a una desensibilización a la violencia a partir del consumo de música violenta. Por esto, los especialistas descartan la existencia de un vínculo entre el consumo de música con temática de drogas, violencia o pandillas y la realización de actos violentos y delictivos.
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