Investigadores descubren cómo una secuencia genética regula la permanencia de los recuerdos en distintas regiones del cerebro
Una investigación publicada en Nature reveló que la consolidación de la memoria a largo plazo depende de una serie de temporizadores moleculares que se activan en el hipocampo, el tálamo y la corteza cerebral. Estos mecanismos permiten al cerebro decidir si una experiencia reciente se convierte en un recuerdo duradero o desaparece con el tiempo.
El estudio fue liderado por el equipo de Priya Rajasethupathy, directora del Laboratorio de Dinámica Neural y Cognición de la Familia Skoler Horbach. Con un modelo de comportamiento basado en realidad virtual, los científicos observaron cómo ratones formaban recuerdos de manera diferenciada en función de la frecuencia con que repetían ciertas experiencias. A partir de este diseño experimental, analizaron las regiones cerebrales involucradas en la retención de información.
Durante décadas, la investigación en neurociencia se enfocó en el hipocampo como centro de la memoria a corto plazo y la corteza a modo de sede de la memoria duradera. Sin embargo, los nuevos hallazgos añaden al tálamo como una región clave para clasificar y transferir recuerdos hacia el almacenamiento de largo plazo. "Los modelos existentes de memoria en el cerebro involucraban moléculas de memoria similares a transistores que actúan como interruptores de encendido y apagado", declaró Rajasethupathy.
Como parte del estudio, la investigadora posdoctoral Andrea Terceros creó un modelo de realidad virtual que permitió controlar la exposición a distintos estímulos. Posteriormente, la codirectora Celine Chen desarrolló una herramienta de edición genética basada en la tecnología CRISPR, con la cual manipularon genes en el tálamo y la corteza para observar su efecto sobre la duración de los recuerdos.
El equipo identificó tres reguladores genéticos: Camta1 y Tcf4 en el tálamo, y Ash1l en la corteza cingulada anterior. Estas moléculas no son necesarias para la formación inicial de los recuerdos, pero resultaron esenciales para su mantenimiento. "A menos que promuevas recuerdos en estos temporizadores, creemos que estás preparado para olvidarlos rápidamente", señaló Rajasethupathy.
Los científicos concluyeron que los recuerdos duraderos no dependen de un único interruptor, sino de una secuencia escalonada de temporizadores genéticos. Algunos se activan rápidamente y permiten olvidar con facilidad; otros actúan más lentamente y fortalecen la memoria. "El cerebro podría estar reutilizando estas formas ubicuas de memoria celular para apoyar la memoria cognitiva", agregó Rajasethupathy.
El hallazgo plantea nuevas posibilidades para abordar enfermedades vinculadas con la pérdida de memoria. Según la investigadora, "si conocemos las áreas segunda y tercera, importantes para la consolidación de la memoria, y tenemos neuronas muriendo en la primera, quizás podamos evitar la región dañada y dejar que las partes sanas del cerebro tomen el control".
Una de las próximas metas del equipo será comprender qué señales activan los temporizadores moleculares y cómo se define la importancia de un recuerdo. "Nos interesa comprender la vida de un recuerdo más allá de su formación inicial en el hipocampo", concluyó Rajasethupathy.