Ciudad de México,
Martín Olivera
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La expansión urbana descontrolada es uno de los mayores desafíos del siglo XXI, con impactos significativos en la población, los recursos naturales y el medio ambiente. Según estimaciones, entre el 70 % y el 75 % de los recursos globales se consumen en las ciudades, y este consumo podría duplicarse para 2050, pasando de 40 000 millones de toneladas a 90 000 millones de toneladas. Este fenómeno afecta tanto a las personas, especialmente las más vulnerables, como a la biodiversidad, al invadir tierras agrícolas, bosques y áreas naturales.
El crecimiento de las ciudades sin una planificación adecuada obliga a quienes carecen de recursos a trasladarse a áreas periféricas, donde enfrentan dificultades para acceder a servicios básicos y empleo. Además, la urbanización acelerada incrementa la presión sobre el medio ambiente, destruyendo hábitats naturales y exacerbando problemas como el cambio climático.
Ante este escenario, el concepto de ciudades compactas ofrece una alternativa sostenible. Estas ciudades se diseñan con alta densidad poblacional, sistemas de transporte público eficientes y acceso cercano a servicios esenciales. Su enfoque busca reducir las distancias de viaje, disminuir la dependencia del automóvil y optimizar el uso del suelo disponible.
Ejemplos de estrategias exitosas incluyen la demarcación del crecimiento urbano, como en Portland y Melbourne, donde se dirige el desarrollo hacia áreas específicas, protegiendo zonas periurbanas y recursos naturales. En Kuala Lumpur, las políticas de densificación permitieron aumentar la oferta de viviendas asequibles y mejorar el acceso a servicios. Estas estrategias también demostraron ser efectivas para reducir los costos de infraestructura y promover el uso eficiente del suelo.
Otro mecanismo importante es la implementación de impuestos al valor del suelo, como los utilizados en Singapur y Dinamarca. Estos gravámenes fomentan el desarrollo de áreas existentes en lugar de expandirse a terrenos nuevos. Los ingresos generados pueden destinarse a mejorar espacios públicos, forestación urbana y reservas naturales.
Asimismo, la zonificación inclusiva y el control de alquileres son herramientas clave para garantizar viviendas asequibles y equilibrar los precios del mercado inmobiliario. En ciudades como Bogotá, el proyecto Lagos de Torca integró asociaciones público-privadas para desarrollar viviendas sociales, recuperar cuerpos de agua y establecer sistemas de transporte sostenibles.
La planificación urbana debería ir más allá de la infraestructura, considerando inversiones en educación, atención médica y servicios sociales para garantizar el bienestar de la población. El Foro Económico Mundial indicó que trabaja actualmente en marcos de acción para que las ciudades adopten medidas sostenibles, equilibrando el crecimiento urbano con la protección de la naturaleza.