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Brasil se ha partido en dos ante COVID-19: por un lado su presidente, Jair Bolsonaro, insta a reabrir comercios y escuelas, promueve las conglomeraciones de personas y califica al virus como un "resfriado insignificante"; por el otro, gobernadores y alcaldes de distintas partes del país sudamericano toman medidas para proteger la salud de los ciudadanos y, con ello, tratar de aminorar el impacto de la pandemia.
Desde el inicio de la pandemia, Bolsonaro a calificado al coronavirus como un "resfriado miserable", además de asegurar que los brasileños son inmunes a la pandemia porque "no agarran nada" al sumergirse en aguas negras y, sobre todo, porque "Dios es brasileño; la cura está ahí". Incluso llegó a asegurar que una pastilla contra la malaria -su eficacia no ha sido probada- es la cura para COVID-19. Evidentemente, el presidente brasileño no cree en la mortalidad del virus, y lo ha demostrado al unirse a conglomeraciones de personas sin usar equipo de protección y cortando sus discursos con ataques de tos.
Ante los elevados números de contagio y defunciones en Brasil, diversos alcaldes y gobernantes han tomado medidas de confinamiento en sus territorios para tratar de aminorar los daños y las víctimas del virus; el estado de Sao Paulo anunció una prórroga en la cuarentena obligatoria hasta el 10 de mayo, según Joao Doria, gobernador de la entidad, para ayudar a frenar el índice de contagios que tiene a Sao Paulo como el estado brasileño más afectado por la pandemia con 11,568 infectados y 853 fallecidos, de acuerdo con las cifras emitidas por el Ministerio de Salud el 16 de abril.
Marcelo Crivella, gobernador del estado de Río de Janeiro, declaró el 17 de abril como obligatorio el uso de cubrebocas en las calles de la localidad, además de solicitar a los habitantes no salir de sus casas más que para lo absolutamente necesario: "Lo pido por el amor de Dios: no se expongan. No se amontonen". El gobierno de Río de Janeiro repartirá más de 1.8 millones de cubrebocas, pero no castigará a quienes no las porten más que con una advertencia: "El castigo será la propia enfermedad en la persona que se contagie", expresó Crivella.
Por su parte, Bolsonaro se sumó a una manifestación frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia el 19 de abril, para protestar contra las medidas de cuarentena y distanciamiento social, además de arengar por el cierre del Congreso y pedir una intervención militar. En su discurso, interrumpido en varias ocasiones por ataques de tos -el mandatario se mostró despreocupado de toser cerca de la multitud-, condenó las restricciones comerciales y de circulación con mensajes nacionalistas y de carácter religioso, como "Basta con la vieja política. Ahora es Brasil sobre todo y Dios sobre todo", "Ustedes tienen la obligación de luchar por su país" y "Estoy aquí porque creo en ustedes y ustedes están aquí porque creen en Brasil".
El 16 de abril, Bolsonaro despidió al ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, después de sostener una serie de enfrentamientos respecto a las medidas necesarias para salvaguardar la salud de los brasileños; en su lugar, el presidente colocó al oncólogo Nelson Teich.
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