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Una madre en el norte de Nigeria reveló a la BBC las consecuencias graves del uso de cremas para aclarar la piel en sus seis hijos, quienes ahora sufren cicatrices, quemaduras y decoloración irregular. El caso de Fátima, nombre ficticio utilizado para proteger su identidad, expone una problemática creciente en el país africano, donde el uso de productos blanqueadores ha alcanzado niveles alarmantes.
Los hechos se desarrollan en Kano, la segunda ciudad más poblada de Nigeria, donde Fátima, de 32 años, adquirió productos sin prescripción médica en un supermercado local. Impulsada por la presión familiar y la discriminación basada en el tono de piel, comenzó a aplicar las cremas a sus hijos cuando estos tenían entre dos y dieciséis años. Aunque inicialmente los cambios fueron bien recibidos, con el tiempo aparecieron los efectos adversos: "Una de mis hijas se cubre la cara al salir, otra tiene la piel más oscura con círculos pálidos, y una tercera tiene cicatrices en labios y rodillas", relató Fátima.
Nigeria registra la mayor tasa de uso de productos para blanquear la piel en África, con un 77% de mujeres que los utilizan regularmente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas cremas pueden contener ingredientes dañinos como corticoesteroides, hidroquinona, mercurio o ácido kójico, cuya aplicación excesiva puede causar daños renales, intoxicaciones o enfermedades cutáneas graves.
Ante la magnitud del problema, la Agencia Nacional para la Administración y el Control de Alimentos y Medicamentos de Nigeria (Nafdac) declaró el estado de emergencia. Su director, el doctor Leonard Omokpariola, explicó que han intensificado las campañas de concientización y las inspecciones en mercados, donde "mixólogos" venden cremas sin control sanitario, incluso con etiquetas dirigidas a bebés, pese a contener sustancias reguladas.
La práctica de aclarar la piel de menores se ha extendido. Zainab Bashir Yau, propietaria de un spa dermatológico en Abuja, afirmó a la BBC que "el 80% de las mujeres que ha conocido han blanqueado a sus hijos o consideran hacerlo".
Los productos ilegales también llegan en contenedores sin etiquetar, dificultando su identificación. En mercados de Kano se observan preparados personalizados, uso excesivo de ácido kójico —cuya concentración máxima legal es del 1%—, y hasta inyecciones ofrecidas como tratamientos aclarantes.
Fátima concluyó su testimonio con un llamado de advertencia a otros padres: "Aunque lo he dejado... los efectos secundarios siguen aquí, ruego a otros padres que usen mi situación como ejemplo".
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