Ciudad de México,
Sergio F Cara
Crédito foto: Cortesía FEMEXPALMA
Guadalupe Nares López transportó por 30 kilómetros plantas de palma de aceite en un vehículo impulsado por la fuerza de sus caballos. Lo hizo entre Palenque, Chiapas hasta su comunidad rural Catazajá. Esto ocurrió en 1998; era la única manera de transportar las primeras 280 palmeras con la que luego cultivaría dos hectáreas. En 2020, Guadalupe cuenta con nueve hectáreas cultivadas y presume lo que pocos trabajadores del campo pueden decir: "Afortunadamente, hemos podido ganarnos la vida y algo más. Si Dios me lo quita todo mañana o en el futuro cercano, mis hijas aún tendrán algo". El cultivo palmero es fuertemente cuestionado en países como Malasia, sin embargo, en México es un generador de empleos sostenibles.
De acuerdo al Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 2018, alrededor del 95% de los productores de palma de aceite en México cuentan con parcelas de menos de 30 hectáreas; dicho de otro modo, el 85% de la producción mexicana de aceite de palma proviene de pequeños productores. Lo iniciado por Guadalupe permite a la comunidad experimentar una vida social y económica, pasando de trabajadores del campo a generadores de empleos.
Entre los beneficios del sector, el SIAP indica que un alto porcentaje de las plantaciones de palma aceitera mexicana provienen de tierras donde había ranchos ganaderos. La transición del uso del suelo genera como resultado una mayor capacidad de captura de carbono, un importante beneficio medioambiental y una acción alineada con la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Según pudo investigar NotiPress, los primeros años no fueron fáciles para la industria aceitera, debido a la inexistencia de consumidores de este producto o derivados y la falta de molinos de palma para procesar el fruto y generar materias primas. Inicialmente el gobierno Federal promovió el cultivo pero el sector tuvo un gran revés y cientos de toneladas de cosecha se perdieron. En 2012 se alcanzó un área cultivable de 40 mil hectáreas y la prosperidad llegó a los trabajadores de campo. En 2019, el área cultivada de palma de aceite es de 108 mil hectáreas.
Esta planta oleaginosa produce en México 3.8 toneladas de aceite por hectárea sembrada y supone una ventaja sobre otros cultivos como la soja (0.5 toneladas), la canola (0.8 toneladas) y el aceite de girasol (0.7 toneladas). De este modo, la palma de aceite es el cultivo que menor cantidad de tierra requiere.
La producción de aceite de palma mexicano cobró relevancia en años recientes, bajo la premisa del programa holístico "Un México Palmero Sustentable". En 2016, con el esfuerzo de organizaciones interesadas como PepsiCo, Oleopalma, Proforest y la Federación Mexicana de Aceite de Palma (FEMEXPALMA), se promovió una visión de gestión sostenible para el crecimiento del sector; en 2019 se sumó Nestlé a la iniciativa. La misión del programa fue empujar la capacitación en temas de sostenibilidad, inclusión de pequeños productores y promoción de políticas de no deforestación.
Oleopalma, firma dedicada al cultivo, producción, procesamiento y producción del aceite de palma, se convirtió en la primera empresa mexicana en alcanzar la certificación durante 2020 de la Mesa Redonda Sobre Aceite Sostenible (RSPO por sus siglas en inglés). La planta de Jalapa, en Tabasco, y Palenque, en Chiapas, adquirieron el estatus de sostenibles, mientras la empresa dirigida por José Luis Pérez Morett trabaja para obtener la sostenibilidad de las plantas de Mapastepec y Benemérito de las Américas en Chiapas.
Viendo hacia el futuro, la industria mexicana de la palma de aceite trabaja en una agenda multilateral para afrontar los desafíos más urgentes. La transición de trabajadores de campo a generadores de empleos sostenibles cobra relevancia, al permitir crecimiento económico sin comprometer los recursos naturales del futuro. La primera certificación y el impulso a pequeños productores dará al sector palmero mexicano un avance significativo hacia la sostenibilidad.