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De acuerdo con el Foro Económico Mundial (WEF), la economía mundial enfrenta desafíos significativos en medio de tensiones geopolíticas, interrupciones en las cadenas de suministro y un renovado enfoque en el proteccionismo comercial. Estas tendencias están transformando la dinámica del comercio global y planteando interrogantes sobre el futuro del crecimiento económico sostenible.
Con este contexto, el regreso de Donald Trump como presidente electo de Estados Unidos reavivó el debate sobre el uso de aranceles y otras medidas proteccionistas. Estas herramientas fueron adoptadas con la intención de proteger industrias locales y abordar desequilibrios comerciales. Sin embargo, los efectos globales de estas políticas generaron diversas opiniones entre analistas y organismos internacionales.
El friendshoring y el nearshoring son estrategias que cobraron relevancia en múltiples países, con el objetivo de fortalecer cadenas de suministro trasladando la producción a naciones aliadas o más cercanas. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), "el aumento de las restricciones comerciales crecientes podría reducir la producción económica mundial en una suma de 7,4 billones de dólares".
Durante la primera presidencia de Trump, las políticas comerciales enfocadas en aranceles destacaron por su impacto en las cadenas de suministro globales. La Reserva Federal de Estados Unidos estimó que "la guerra comercial redujo el PIB estadounidense en un 0,3 %, equivalente a 62.000 millones de dólares".
Estas medidas también generaron ajustes en sectores como el agrícola. En su momento, los agricultores estadounidenses enfrentaron desafíos significativos, lo que derivó en subsidios federales para mitigar los efectos económicos.
Ante los desafíos que plantea el proteccionismo, instituciones como el FMI y la Organización Mundial del Comercio (OMC) sugieren revitalizar la cooperación internacional para equilibrar las necesidades locales y los objetivos globales. Políticas orientadas a diversificar cadenas de suministro, promover energías renovables y fortalecer alianzas público-privadas son vistas como soluciones para aumentar la resiliencia económica.
La fragmentación económica podría tener consecuencias severas, según el WEF, especialmente para las economías emergentes, que dependen del comercio exterior. Las barreras comerciales pueden limitar su acceso a mercados clave, afectando el crecimiento, aumentando el desempleo y frenando la reducción de la pobreza.
Además, una mayor desconexión entre economías podría profundizar tensiones entre países, dificultando la cooperación en temas críticos como el cambio climático y la transición energética.
El FMI destaca que un equilibrio entre las prioridades nacionales y la colaboración internacional es esencial para enfrentar los retos actuales. Reconfigurar la globalización de manera adaptativa y reflexiva puede contribuir a un crecimiento económico más inclusivo y sostenible.
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