Ciudad de México,
Belem Ruiz
Crédito foto: Sergio Cara (NotiPress)
Irradiación de alimentos, modificación genética, biofabricación alimentaria y alimentos basados en insectos: ¿por qué las personas se resisten a adoptar estas tecnologías de la industria alimentaria? En su artículo especializado "Resistencia tecnológica: el caso de los procesos de producción de alimentos", los investigadores examinan la relación entre la aceptación de la tecnología alimentaria y la alfabetización alimentaria del público. ¿Podrían la mercadotecnia y las políticas públicas contribuir a mejorar los índices de alfabetización alimentaria y así reducir la resistencia a tecnologías alimentarias saludables y ecoamigables?
Yanmei Zheng (Universidad de Hawái en Manoa), Lisa E. Bolton (Universidad de Pensilvania) y Joseph W. Alba (University of Florida) definen la alfabetización alimentaria en términos de la comprensión científica de los consumidores de cada una de las cuatro tecnologías alimentarias estudiadas, elegidas por los investigadores porque se trata de innovaciones con inmensas implicaciones para el bienestar de los consumidores y la sociedad. Los hallazgos revelan relaciones complejas entre la comprensión del consumidor de estas tecnologías y la aceptación, que surgen de la naturaleza multidimensional de la resistencia a tales innovaciones alimentarias.
Tanto la irradiación de alimentos, como la modificación genética, la biofabricación alimentaria y los alimentos basados en insectos poseen un enorme potencial para el bienestar de individuos y sociedades; estas tecnologías alimentarias han demostrado su capacidad de curar enfermedades, alimentar a la humanidad, abordar el cambio climático, reducir el consumo de químicos (pesticidas, conservantes, antibióticos y hormonas), disminuir las presiones sobre los recursos naturales, aumentar la biodiversidad o sortear dilemas éticos. Sin embargo, no han alcanzado su potencial debido a la resistencia por parte de los consumidores.
El paradigma "alimentos = bienestar" tiene cuatro dimensiones: política, comercialización, socialización y disponibilidad de los alimentos; los hallazgos de Zheng y sus colegas cobran sentido a la luz de estos conceptos. La resistencia a una tecnología alimentaria en particular es impulsada por déficits en el conocimiento sobre su ciencia subyacente, aseguran los autores del artículo; intervienen además factores como la naturaleza de la tecnología en sí misma, su aplicación y las características del consumidor (sensibilidad al disgusto y el conocimiento).
Por otro lado, señala el equipo de investigadores, las intervenciones educativas para mejorar la aceptación de las tecnologías alimentarias han tenido poco éxito. Las tres fuentes de resistencia a las tecnologías alimentarias estudiadas son:
- Cognitiva. Conocimiento del consumidor de un dominio tecnológico; en la actualidad se alinea más estrechamente con la dimensión "alimentos = bienestar" de la alfabetización alimentaria.
- Afectiva. Incluye emociones evocadas por una tecnología, como el miedo y el disgusto.
- Motivacional. Comprende violaciones de valores personales y normas sociales.
Según los resultados del estudio, la alfabetización alimentaria es particularmente efectiva para mejorar la aceptación de las tecnologías alimentarias cuando la resistencia de los consumidores se debe al desconocimiento (fuente cognitiva); la efectividad de las intervenciones educativas se reduce cuando la resistencia se da por violaciones de valores personales y normas sociales (fuente motivacional), en tanto la resistencia ocasionada por emociones (fuente afectiva) representa una espada de doble filo. La alfabetización tiene mayores probabilidades de éxito si la fuente de resistencia es afectiva (y es todavía menor en resistencia motivacional).
¿Podrían la mercadotecnia y las políticas públicas contribuir a mejorar los índices de alfabetización alimentaria y así reducir la resistencia a tecnologías alimentarias saludables y ecoamigables? Una mayor aceptación de tecnologías alimentarias saludables y ecoamigables (las cuatro estudiadas por Zheng, Bolton y Alba, por ejemplo) podría lograrse mediante la colaboración de firmas involucradas en desarrollo y comercialización de tecnologías de alimentos emergentes, así como responsables políticos y grupos de defensa interesados en mejorar la aceptación de nuevas tecnologías alimentarias.
Los autores aconsejan los siguientes pasos:
1. evaluar las fuentes de resistencia (cognitiva, afectiva o motivacional) respecto a una tecnología alimentaria en especial;
2. realizar una segmentación basada en la resistencia a través de la evaluación de las características del consumidor;
3. diseñar intervenciones dirigidas a abordar las fuentes de resistencia específicas;
4. probar la efectividad de las intervenciones en función de los segmentos de resistencia.
En México, al igual que en el resto del mundo, numerosos consumidores se resisten a tecnologías alimentarias saludables y ecoamigables, aunque prestigiosas instituciones nacionales desarrollan innovaciones alimentarias de este tipo. El país aún muestra bajos porcentajes de aprobación o alfabetización científica en general; diferentes encuestas han revelado que la población mexicana confía más en cuestiones e instituciones místicas (religión u horóscopos, por mencionar dos casos) en comparación con la confianza depositada en ciencia, tecnología y las personas dedicadas a éstas.