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Investigadores del Instituto Cambridge de Inmunología Terapéutica y Enfermedades Infecciosas (CITIID) exploran cómo los hongos residentes del microbioma intestinal podrían modular la barrera hematoencefálica, un componente clave en la protección del sistema nervioso central. El equipo liderado por la inmunóloga Virginia Pedicord busca determinar si estos microorganismos fúngicos desempeñan un papel en el desarrollo temprano de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia y el Alzheimer.
De acuerdo con la científica, "sabemos que la desregulación de la integridad de la barrera hematoencefálica se asocia con la demencia y la enfermedad de Alzheimer". La hipótesis del grupo de investigación sugiere que existen señales provenientes de microbios fúngicos residentes capaces de modular las barreras del huésped. El estudio forma parte del proyecto GGGH, una iniciativa que emplea herramientas bioinformáticas para analizar repositorios públicos de datos metagenómicos y detectar posibles vínculos entre el microbioma intestinal y las alteraciones neurológicas.
El microbioma, compuesto por bacterias, hongos y virus que coexisten en el intestino, genera metabolitos que educan al sistema inmunitario y afectan diversas funciones corporales. Según explica Pedicord, "el microbioma, junto con los metabolitos que genera, educa y entrena al sistema inmunitario de maneras que afectan a todo el cuerpo". Cuando este ecosistema se altera, pueden desencadenarse procesos de neuroinflamación y neurodegeneración, que deterioran la integridad del sistema nervioso central.
Una de las áreas poco exploradas es el impacto del microbioma, el conjunto de hongos intestinales residentes, en la salud humana más allá de infecciones patógenas. Aunque existen estudios sobre la meningitis fúngica, aún se desconoce cómo los metabolitos normales del microbioma afectan al cerebro. La científica planteó la interrogante: "¿cómo podrían los metabolitos fúngicos ‘normales’ contribuir a la neurodegeneración?".
El equipo también analiza cómo los desequilibrios microbianos, como los inducidos por antibióticos, podrían afectar el ecosistema intestinal y favorecer el sobrecrecimiento de hongos. Estos cambios podrían alterar las señales bioquímicas que modulan la barrera hematoencefálica y aumentar el riesgo de neuroinflamación en ciertos pacientes.
Además, el proyecto incorpora inteligencia artificial (IA) para optimizar el filtrado y análisis de grandes volúmenes de datos metagenómicos. Con esta tecnología, los investigadores buscan identificar patrones específicos de ADN fúngico que podrían pasar desapercibidos mediante métodos tradicionales. Pedicord explicó: "La IA forma parte de esto: la utilizamos para optimizar el filtrado y el análisis de datos, lo que podría ayudarnos a identificar asociaciones de falsos positivos".
El objetivo final del proyecto GGGH es proporcionar nuevos conocimientos sobre el desarrollo inicial de las enfermedades neurodegenerativas y abrir posibles vías para su prevención o tratamiento temprano. Según la investigadora, estos hallazgos podrían ayudar a identificar biomarcadores que permitan diagnósticos y tratamientos más precisos en el futuro.
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