Ciudad de México ,
Noelia Acuña
Crédito foto: Josue Díaz (NotiPress/Composición)
Un reciente estudio publicado en Cell, revista académica de biología, ha confirmado el mito de que somos lo que comemos. La investigación provee información sobre el impacto directo de los alimentos en la composición de la microbiota. Este estudio fue dirigido por el microbiólogo Nicola Segata de la Universidad de Trento en Italia. Hasta ahora es el mayor catálogo de microorganismos en alimentos realizado, analizando más de 2,500 productos incluyendo quesos, carnes y vegetales. El origen de una pequeña porción del microbioma humano, según los datos del informe, son directamente los microbios presentes en los alimentos de consumo.
El equipo de Segata secuenció el ADN microbiano de casi 2,000 alimentos, y fermentados como kimchi, salami y kéfir, e hizo una comparación con datos previos existentes de alrededor de 600 microbiomas de comida. Los hallazgos revelaron la tendencia de los alimentos similares a albergar comunidades microbianas iguales, con diferencias sutiles entre variedades de productos. Por ejemplo, aunque las bacterias productoras de ácido láctico como Lactobacillus eran prevalentes en productos lácteos, su composición variaba entre quesos incluidos el Gorgonzola, la Fontina y la Mozzarella.
Otro de los hallazgos clave fue la identificación de nuevos microorganismos en alimentos como el pulque, un vino de agave de México, y el vino de palma africano. De hecho, alrededor del 50% de los microbios descubiertos en este estudio eran previamente desconocidos, subrayando la gran "materia oscura microbiana" presente en nuestra dieta.
Además, los investigadores encontraron una superposición significativa entre los microbiomas de los alimentos y los de los humanos. Aproximadamente el 3% de los microbios en los intestinos de adultos, el 8% en los de niños y más del 50% en los recién nacidos también estaban presentes en los alimentos. Esto sugiere que parte de la microbioma podría surgir en la comida, o reflejar cómo estos microbios se establecieron y circularon entre humanos a lo largo del tiempo.
Si bien los resultados no son del todo sorprendentes, según Benjamin Wolfe, microbiólogo de la Universidad de Tufts, este estudio sienta las bases para futuras investigaciones sobre el papel específico que desempeñan estos microbios en los alimentos y la forma en la cual podrían influir en nuevas propiedades alimentarias.