Jueves, 04 de diciembre de 2025

El contaminante que nadie puede eliminar, ya está en la comida, agua y hasta en la lluvia

Se detecta en orina, lluvia y alimentos; países como Alemania y Dinamarca ya evalúan restricciones y clasificaciones más severas

Ciudad de México, 24-07-2025   Carlos Ortíz

Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress)

La acumulación del ácido trifluoroacético (TFA) en el medio ambiente ha despertado preocupación entre investigadores ambientales y agencias reguladoras en distintas partes del mundo. Este compuesto, derivado de gases fluorados, pesticidas y productos farmacéuticos, se ha detectado en lluvia, agua potable, alimentos y tejidos humanos, y destaca por su capacidad de persistir indefinidamente en ecosistemas sin degradarse de forma natural.

Es considerado el ejemplo más pequeño de las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), conocidas por su durabilidad y dificultad para ser eliminadas del entorno. A diferencia de otros PFAS, el TFA es altamente soluble en agua y no se acumula en los tejidos humanos, pero su presencia creciente en el suelo y en cuerpos de agua ha generado nuevas líneas de investigación sobre su impacto ecológico.

Diversos estudios recientes evidenciaron que este compuesto puede reducir el pH del suelo y ralentizar la descomposición de la hojarasca, afectando la regeneración de nutrientes en bosques. Otros trabajos, aún en desarrollo, han mostrado que las plantas lo absorben pero no pueden eliminarlo, acumulándose en sus tejidos y potencialmente alterando procesos fisiológicos clave. Investigadores en Alemania han observado niveles hasta diez veces superiores a los registrados hace cuatro décadas en hojas de árboles.

Países como Alemania o Dinamarca comenzaron a establecer directrices sobre los niveles aceptables de TFA en agua potable. En la Unión Europea, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) evalúa una propuesta para clasificarlo como toxina reproductiva y sustancia muy persistente y móvil, lo que podría restringir su uso de forma significativa.

Si bien la toxicidad en humanos aún está bajo estudio, los datos toxicológicos disponibles en animales indican que exposiciones elevadas pueden causar deformaciones y efectos en el desarrollo embrionario. Sin embargo, estas dosis son muy superiores a las actualmente detectadas en el ambiente.

Entre los especialistas, el mayor consenso radica en el riesgo ecológico a largo plazo. A diferencia de otros contaminantes, el TFA no se degrada, no se evapora y no puede eliminarse mediante procesos convencionales. Esto implica que cualquier emisión actual se acumulará indefinidamente, con consecuencias aún inciertas sobre biodiversidad, calidad del suelo y funcionamiento de ecosistemas.

Lo importante no es si hay TFA natural, sino que los niveles han aumentado de manera drástica en tierra firme. Eso solo puede explicarse por actividad humana, señaló Finnian Freeling, del Centro Alemán del Agua. Varios expertos coinciden en que, ante la falta de mecanismos de eliminación y la dispersión global del compuesto, los riesgos ambientales podrían superar los umbrales aceptables si no se adoptan medidas regulatorias preventivas.

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