Ciudad de México,
Axel Olivares
Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
No es sorpresa que el estrés sea un detonante de malestar, pero la pregunta es cómo un cerebro estresado puede ser la fuente de enfermedades relacionadas a este estado. Un estudio reciente indica que las bacterias intestinales pueden ser las culpables, produciéndose una concatenación de estrés, desequilibrio en la microbiota intestinal y finalmente debilitamiento del sistema inmune.
Mientras que la mayoría de los estudios se centraban en cómo las bacterias afectan al cerebro, pero no en cómo los estados psicológicos pueden ejercer un control sobre las bacterias, una investigación con ratones indica los efectos de un cerebro estresado. El estrés puede cerrar directamente glándulas específicas en el intestino, lo que afecta a las bacterias intestinales y al sistema inmunológico más amplio del cuerpo.
Los investigadores son conscientes de la comunicación entre el cerebro y los intestinos. El estrés frecuentemente estimula la liberación de hormonas que ocasionan enfermedades intestinales. A su vez, el intestino puede liberar señales químicas que afectan al cerebro. Sin embargo, pese a esta estrecha relación, no se conocen tan bien esas vías de comunicación.
Para conocer más de este contacto, el neurocientífico Ivan de Araujo, del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica en Tübingen, Alemania, y sus colegas se centraron en unos pequeños órganos llamados glándulas de Brunner ubicadas en las paredes del intestino delgado. El equipo de De Araujo descubrió que la extirpación de estas glándulas de los ratones provocaba en los animales mayor susceptibilidad a las infecciones. como también a inflamaciones, sustancias químicas y células inmunes dañinas para los tejidos.
El equipo observó también las consecuencias de la falta de estas glándulas en los humanos. Las personas que se les habían extirpado tumores de la parte del intestino que contenía las glándulas de Brunner tenían niveles más altos de glóbulos blancos en comparación a las personas que se les habían extirpado tumores de otras zonas.
Al eliminar las glándulas de Brunner en ratones, se eliminan también las bacterias del género Lactobacillus, almacenadas en el intestino delgado. Este tipo de bacterias funcionan como "masilla" entre las células las cuales recubren el intestino, manteniendo así la mayor parte del contenido intestinal en su interior mientras le permiten a ciertos nutrientes ingresar al torrente sanguíneo.
Cuando los lactobacilos desaparecen los intestinos se vuelven permeables y se pueden filtrar en la sangre bacterias dañinas. En efecto, el sistema inmunológico ataca a estas moléculas extrañas, causando inflamación y las enfermedades observadas en ratones sin glándulas de Brunner.
Las investigaciones dieron cuenta que las neuronas de las glándulas se conectan a fibras del nervio vago, una vía de comunicación entre el intestino y el cerebro. Estas fibras se dirigen directamente a la amígdala cerebral la cual está involucrada en la respuesta a las emociones y al estrés. Por lo tanto, someter a los ratones sanos a estrés tuvo el mismo efecto que extirparles las glándulas de Brunner. Los niveles de lactobacillus disminuyeron y la inflamación aumentó, lo cual sugirió que el estrés había inactivado las glándulas.
A partir de este estudio, se podrían desarrollar tratamientos para trastornos relacionados al estrés, como la enfermedad inflamatoria intestinal. De Araujo y su grupo están estudiando ahora si el estrés crónico afecta a esta vía en los bebés, que reciben sus lactobacillus a través de la leche materna.