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Chemsex o sexo químico es una nueva forma de aproximarse a las relaciones sexuales a través del uso de drogas y estimulantes, generalmente metanfetaminas (cristal), GHB o hidroxibutirato (gi), mefedrona y a manera de accesorios, poppers, marihuana y cloruro de etilo. Su uso se asocia al sexo por la desinhibición que el consumo de estos estupefacientes consigue. Son comunes las sesiones grupales, las prácticas de riesgo y el sexo anónimo. Así como la aplicación de algunas de estas por vía intravenosa, generando aún más riesgos físicos y sanitarios. El Chemical Sex está aquí y se está propagando, pero a pesar de sus riesgos, ¿debería respetarse como una opción más para disfrutar el sexo?
Juntar el sexo con las drogas no es ningún invento reciente. Mantener relaciones sexual bajo el influjo de alguna droga ha sido muy atractivo a través de la historia del ser humano. En el sexo químico se invierte la intención de la experiencia: pretende vivir la sensación erótica a través del efecto de las sustancias, ponderando la experiencia química a la sensorial.
Asimismo, el consumo indiscriminado de drogas como el cristal, deriva en sensaciones placenteras y de alerta física que inhiben la sensación de hambre, sed y sueño, por lo cual las sesiones de sexo pueden alargarse por 36 o 72 horas, durante las cuales los usuarios no tiene la sensación de sed, por ejemplo, pero están sufriendo una deshidratación severa, potencializada por el factor de no dormir, que es causa de muchos daños cerebrales a largo plazo y de trastornos psicológicos a corto y mediano término.
Hablando de lo legal, la prohibición de estas sustancias no permite la existencia de estándares de calidad o confiabilidad en el producto. El usuario final corre siempre el riesgo de consumir un producto de baja calidad, con un efecto menos intenso y más irritante para su organismo. Quien practica el chemsex es alguien que, además de todos los riegos para su salud, debe confiar en producciones clandestinas y delinquir por el solo hecho de comprar estas sustancias.
El uso de drogas y sustancias químicas para el sexo sucede día a día y sus adeptos no cuentan con la información necesaria para tener un desempeño seguro, y de menor riesgo para la comunidad que lo practica. Aunque esta práctica carece de visibilidad y es tan nueva, apenas perceptible, crece exponencialmente y se perfila como una práctica que se modifique o no, perdurará en el catálogo de fetiches y parafilias sexuales de los tiempos venideros.
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