Ciudad de Buenos Aires,
Martín Olivera
Crédito foto: Nicolás Martínez Zemborain/ CONICET
Julieta Merlo, científica del CONICET, lideró un innovador proyecto para crear stents cardiovasculares biodegradables, capaces de desaparecer del cuerpo tras cumplir su función. Este avance promete revolucionar los tratamientos de enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el mundo, al reducir riesgos a largo plazo y mejorar el acceso a estos dispositivos médicos esenciales.
Los stents tradicionales son pequeñas mallas metálicas las cuales se implantan en las arterias para mantenerlas abiertas y permitir el flujo sanguíneo. Sin embargo, suelen permanecer en el cuerpo sin función una vez que el tejido arterial sanó, pudiendo generar complicaciones. "La mayoría de las enfermedades cardiovasculares se trata con este tipo de dispositivos, así que nos parecía un área muy importante para contribuir", explicó Merlo, de 36 años, recientemente premiada con una beca por su trabajo.
Dicho proyecto, titulado "La nueva era de los stents cardiovasculares: bioabsorción y moléculas bioactivas para recuperar la función arterial", busca desarrollar un dispositivo innovador a partir de una aleación de hierro con manganeso, carbono y silicio. Esta combinación de materiales ofrece propiedades bioabsorbibles y mecánicas haciéndolo ideal para soportar las fuerzas que ejercen las arterias. No obstante, la degradación del hierro puede liberar moléculas que dañen los tejidos. Para contrarrestar este efecto, el equipo diseñó un recubrimiento especial el cual protege las células y favorece la curación de las arterias.
"Estamos probando dos enfoques innovadores. Primero, vamos a recubrir el stent con un compuesto que pueda proteger las células del daño causado por la desintegración y que favorezca la curación del sitio afectado", señaló Merlo. Según la científica, "el hierro es el material más promisorio para este tipo de aplicaciones, por sus excelentes propiedades físicas y bioabsorbibles".
También trabajan en incorporar moléculas bioactivas en la superficie del stent, favoreciendo la regeneración del tejido afectado y reducirá los riesgos asociados a la implantación. "Cuanto antes el vaso incorpore este implante, más efectiva será la recuperación del paciente y menores serán los riesgos a largo plazo", explicó.
El proyecto cuenta con la colaboración de expertos del Instituto de Física de Rosario (IFIR) y el Instituto Pasteur de Montevideo, lo cual refuerza su abordaje interdisciplinario. Además, podría sustituir los stents importados que actualmente monopolizan el mercado argentino, reduciendo costos y aumentando la accesibilidad para pacientes.
Merlo, bióloga de formación, destacó la conexión entre la ciencia básica y las aplicaciones prácticas en salud. "Lo que me fascina de las investigaciones que desarrollamos acá en el laboratorio es que trabajamos con ciencia básica, en las interacciones más pequeñas entre la química del material, las moléculas biológicas que le adicionamos, la interacción con los tejidos y cómo esto tan pequeño redunda en un implante, que termina resolviendo un problema de salud de la población", afirmó.
Formada en la Universidad Nacional de Mar del Plata y doctora por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la misma institución, Merlo dedicó su carrera a entender cómo los materiales pueden integrarse al cuerpo sin generar rechazo. Durante su posdoctorado, aplicó este conocimiento al desarrollo de implantes médicos en el Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA, CONICET-UNMDP).
El equipo que lidera incluye biólogos, ingenieros en materiales y químicos. Juntos trabajaron en proyectos de materiales biodegradables para traumatología y ahora aplican su experiencia al campo cardiovascular. "Sabemos que todos los stents que se colocan en Argentina son importados. Si logramos desarrollar dispositivos nacionales, vamos a contribuir además a que se reduzcan los costos de las operaciones, y que cada vez más personas puedan acceder a estos stents", concluyó.