Foto: Conicet
Un equipo de paleontólogos del CONICET descubrió el fósil de un renacuajo en Santa Cruz, Argentina. Este hallazgo data de hace aproximadamente 165 millones de años y se remonta al Período Jurásico. Se encontró a unos 100 kilómetros de Puerto Deseado, en el noroeste de la provincia. La especie, Notobatrachus degiustoi, es un antecesor primitivo de los anuros, grupo que incluye a ranas, sapos y escuerzos. Publicado en Nature, el descubrimiento marca el registro fósil más antiguo de una larva de anfibio en el mundo.
Esta fase larval del renacuajo de Notobatrachus muestra una conservación excepcional, un rasgo inusual para fósiles de cuerpo blando. Este ejemplar aporta valiosa información para entender la evolución del ciclo de vida de los anfibios. Mariana Chuliver, investigadora y autora principal del trabajo, resaltó la importancia de estudiar ambas fases, larval y adulta, para comprender la evolución de los anuros. Federico Agnolín, otro coautor, señaló que la escasez de renacuajos en el registro fósil dificulta el estudio de los orígenes de esta fase temprana.
La importancia de este fósil se debe también a su proximidad evolutiva con los anuros modernos. Según el investigador Martín Ezcurra, del CONICET, la forma corporal larval de los anfibios cambió poco en más de 160 millones de años. Con cerca de 16 centímetros de longitud, el renacuajo hallado es significativamente más grande que los renacuajos actuales. Esta característica sugiere que el gigantismo pudo haber estado presente en los ancestros de los anuros.
Matías Motta, becario del CONICET, fue el encargado de encontrar el fósil de manera fortuita, durante una pausa en una expedición destinada a la búsqueda de dinosaurios. La expedición, dirigida por los investigadores Fernando Novas y Xu Xing, reveló este renacuajo prehistórico mientras el equipo almorzaba. "Hallar este fósil fue una experiencia única, completamente inesperada", comentó Motta, quien se percató de la impresión ósea en una laja casualmente tomada del suelo.
El renacuajo de Notobatrachus se alimentaba mediante filtración, capturando partículas de alimento del agua. Según el investigador Agustín Scanferla, esta acción se ejecutaba con una bomba bucal, tal como ocurre en renacuajos actuales. La alta preservación del esqueleto de este ejemplar permite obtener detalles de su sistema alimentario, lo que aporta aún más valor a este descubrimiento. Para los investigadores, estas similitudes con especies actuales destacan que el ciclo de vida de los anuros es tan conservador como exitoso.
Fernando Novas, uno de los líderes de la expedición, destacó la relevancia de este hallazgo publicado en Nature. "Este descubrimiento nos muestra cuántos temas paleontológicos pueden sentar bases para conocimientos amplios", afirmó Novas.
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