Un hallazgo científico revela que los perros pueden captar radiación térmica con la nariz y usar esta señal para guiar su comportamiento
Estudios recientes confirmaron que los perros poseen la capacidad de detectar radiación térmica débil a través de la punta de su nariz, permitiendo identificar el calor corporal de otros mamíferos, una habilidad útil incluso cuando la vista, el oído o el olfato están comprometidos. La investigación, desarrollada por científicos de las universidades de Lund (Suecia) y Eötvös Loránd (Hungría), fue publicada en Scientific Reports, revista de Nature Research.
La metodología implementada garantizó el bienestar de los animales durante todo el proceso, alineándose con los protocolos éticos de investigación en neurociencia canina. Cada perro fue cuidadosamente habituado al entorno del escáner mediante rutinas de familiarización que redujeron el estrés y promovieron una conducta colaborativa. Este enfoque permitió obtener datos neurológicos fiables sin recurrir a sedación ni contención física, una práctica reconocida como estándar en estudios comparativos de percepción sensorial en animales domesticados.
Los investigadores entrenaron a tres perros para elegir entre un objeto cálido (31 °C) y otro a temperatura ambiente, colocados a 1,6 metros de distancia. Según los resultados, "los perros no pudieron ver ni oler la diferencia entre estos objetos", pero detectaron con éxito el que emitía calor. Luego, se realizaron pruebas dobles a ciegos para confirmar los hallazgos.
Tras alcanzar una precisión del 70% en las pruebas iniciales, los perros fueron expuestos a estímulos térmicos más sutiles mediante paneles cubiertos con estructuras de poliestireno expandido de 10 mm sobre masonita de 5 mm. Estas cubiertas negras, dotadas de un orificio central de 102 mm, limitaban el ángulo del estímulo a 3,7 grados y permitían la convección sin alterar la temperatura del panel. El uso rotativo de tres cubiertas evitó interferencias térmicas y visuales, asegurando condiciones neutras durante los ensayos conductuales.
En paralelo, el estudio detalla que se escaneó el cerebro de 13 perros de distintas razas mediante resonancia magnética funcional. Los datos mostraron una respuesta notable en la corteza somatosensorial izquierda —la región cerebral que recibe señales desde la nariz— cuando se expusieron a estímulos térmicos cálidos. Los científicos identificaron un grupo de 14 vóxeles (unidad cúbica que compone un objeto tridimensiona) activos en ese hemisferio, sin equivalentes en el derecho ni ante estímulos neutros.
"Es un descubrimiento fascinante. Esto proporciona otra ventana más a los mundos sensoriales de las narices frías altamente evolucionadas de los perros", declaró Marc Bekoff, etólogo y profesor emérito de la Universidad de Colorado, Boulder.
Este tipo de percepción térmica solo ha sido documentada previamente en unas pocas especies: el escarabajo negro de fuego, algunas serpientes y el murciélago vampiro común. "Es posible que otros carnívoros posean un sentido infrarrojo similar y eso agrega un nuevo capítulo a la historia de las relaciones entre presas y depredadores", afirmó Ronald Kroger, científico sensorial de la Universidad de Lund.
Estos experimentos incluyeron razas como golden retrievers, border collies y un pastor belga identificado como Kosza, de dos años y medio, que participó en pruebas realizadas en Budapest.
Gary Settles, profesor emérito de ingeniería mecánica en la Universidad Estatal de Pensilvania, dijo que "el estudio es consistente con otras investigaciones que describen la combinación de la nariz y el cerebro del perro como una plataforma sofisticada para procesar una amplia gama de señales". No obstante, advirtió "el rhinarium canino podría no distinguir patrones de objetos fríos y calientes a distancia", por lo que su utilidad para la caza a larga distancia aún requiere mayor análisis.
Los autores del estudio plantean que esta habilidad pudo haberse heredado del lobo gris, ancestral directo del perro, que podría usarla para localizar presas calientes en condiciones adversas. En conjunto, los hallazgos aportan nuevas perspectivas sobre la evolución sensorial canina y su eficiencia como depredadores.