Ciudad de México,
Axel Olivares
Crédito foto: Gustavo Torres (NotiPress)
Las 26 economías más pobres de todo el mundo no solo son las más vulnerables ante los desastres naturales y otras crisis, sino que además son las más endeudadas. De acuerdo con un nuevo análisis del Banco Mundial, la ayuda internacional disminuyó a su nivel más bajo en dos décadas, lo que obliga a muchos a obtener financiación en condiciones muy duras.
El estudio indica que estas economías que albergan alrededor del 40% de la población mundial, son más pobres que en vísperas de la Covid-19. La deuda gubernamental asciende al 72% del PIB, el nivel más alto en 18 años y casi la mitad de estos países están en problemas de endeudamiento o en alto riesgo de estarlo.
Para colmo, la capacidad de estas economías para atraer financiamiento de bajo costo se ha agotado en gran medida. Como consecuencia de la caída de la asistencia oficial para el desarrollo, la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial se convirtió en su principal fuente de financiamiento. En 2022, la AIF proporcionó casi la mitad de toda la ayuda para el desarrollo que estas economías de bajos ingresos recibieron de organizaciones multilaterales.
"En un momento en que gran parte del mundo simplemente se alejó de los países más pobres, la AIF ha sido su principal salvavidas", afirmó Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente superior de Economía del Desarrollo del Grupo Banco Mundial. "La AIF ha apoyado la creación de empleo y la educación de los niños, ha trabajado para mejorar la atención de salud y ha llevado electricidad y agua potable a un gran número de personas. Pero para salir de un estado de emergencia crónica y alcanzar objetivos de desarrollo clave, las economías de bajo ingreso deberán acelerar la inversión a un ritmo sin precedentes", agregó.
La pandemia de Covid-19 aumentó drásticamente las necesidades de gasto en las economías de bajos ingresos provocando que los déficits primarios se triplicaran hasta el 3,4% del PIB en 2020. Desde entonces, las economías de bajos ingresos no lograron eliminar por completo estos déficits relegando las prioridades cruciales de largo plazo, como la salud y la educación, y se centró en las necesidades inmediatas como los salarios de los empleados públicos, los pagos de intereses de la deuda o los subsidios.
Aun así, estas 26 economías cuentan con abundantes recursos naturales y su población en edad de trabajar está creciendo lo cual les proporciona una potencial significativo para impulsar el crecimiento interno. Sin embargo, la fragilidad institucional y social de gran parte de ellas puede traerles dificultades para mantener el orden debido. En su mayoría son países exportadores de materias primas, sujetos a repetidos ciclos de auge y caída impulsados por los movimientos de los mercados de materias primas.
Uno de los daños al presupuesto gubernamental de estas economías proviene de las guerras. A su vez, las recesiones mundiales provocan una caída de los precios de las materias primas aumentando la deuda de los países más pobres hasta en dos puntos porcentuales del PIB.
Por otra parte, los desastres naturales representan una amenaza para estas economías y su baja capacidad de resiliencia. Además, los costos de adaptación al cambio climático también son más altos para las economías de bajos ingresos que para otras economías en desarrollo: el equivalente al 3,5% del PIB por año, cinco veces la tasa para los países de ingresos medianos bajos.
Según el Banco Mundial, estas economías deberán aumentar la inversión a un ritmo histórico. Para eso, deberán ampliar su base impositiva simplificando el registro de contribuyentes, la recaudación y administración de impuestos. Pero, necesitarán también de una mayor cooperación internacional que logre movilizar recursos adicionales y ayudar a facilitar las reformas estructurales.