Tarifa por congestión: Cómo la Ciudad de Nueva York busca transformar la movilidad urbana

 17-01-2025
Axel Olivares
   
Portada | Movilidad
Foto: Pexels

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La ciudad de Nueva York, conocida como la ciudad que nunca duerme, es también famosa por sus calles abarrotadas y su tránsito imposible. Sin embargo, para contrarrestar esta situación, la Gran Manzana se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en implementar un sistema de cobro por congestión vehicular. Este enfoque, común en urbes como Londres, Singapur y Estocolmo, busca mitigar el tráfico durante horas pico y contribuir a la sostenibilidad urbana. Regina Clewlow, CEO y fundadora de Populus, detalló en un artículo publicado en Forbes cómo esta política puede transformar la movilidad urbana en beneficio de las ciudades y el planeta.

El sistema aplicado en Nueva York no solo tiene el objetivo reducir el tráfico vehicular, sino también el de promover el uso de transporte público y modos alternativos de movilidad como bicicletas o caminatas. Clewlow señaló que, al disminuir el uso de vehículos, se generan beneficios significativos como menores emisiones de gases de efecto invernadero y aire más limpio. En una ciudad donde el transporte es un factor clave en las emisiones, esta política se convierte en una herramienta estratégica para abordar el cambio climático.

Los ingresos estimados, que alcanzarán mil millones de dólares anuales, serán reinvertidos en mejorar la infraestructura de transporte público. Esta reinversión fomenta un "círculo virtuoso", explicó Clewlow, ya que un transporte público más eficiente anima a los ciudadanos a dejar sus automóviles, disminuyendo aún más la congestión y sus impactos ambientales.

Clewlow resaltó que, en Europa, la combinación de tarifas de congestión y zonas de bajas emisiones (ZBE) ha tenido éxito en más de 250 ciudades. Estas políticas restringen la circulación de vehículos altamente contaminantes, promoviendo el uso de tecnologías más limpias y mejorando la calidad del aire. Londres, pionera en este ámbito desde 2003, amplió progresivamente sus programas para abarcar zonas más grandes y tipos de vehículos diversos, consolidando su liderazgo en sostenibilidad urbana.

Un modelo replicable para otras ciudades

Si el modelo tiene éxito en Nueva York, podría inspirar a otras ciudades de Estados Unidos con desafíos similares, como Los Ángeles, San Francisco y Seattle. Clewlow enfatizó que estas políticas no solo abordan problemas locales de congestión y contaminación, sino que también contribuyen a metas climáticas globales al reducir la dependencia del automóvil.

A nivel tecnológico, la autora destacó que sistemas confiables y escalables son esenciales para medir impactos y gestionar el programa de manera efectiva. Además, recomendó el uso de datos en tiempo real para perfeccionar los sistemas y asegurar su transparencia.

Por más ideal que pueda sonar la iniciativa, su implementación no está exenta de desafíos. La oposición pública es común, y Clewlow sugirió que una comunicación temprana y transparente puede mitigarla. Además, planteó que los ingresos generados podrían usarse para subsidiar tarifas de transporte público y mejorar servicios en comunidades desatendidas, promoviendo así la equidad.




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