Foto: FEMEXPALMA
El sector palmicultor en México enfrenta un importante dilema en el camino a la evolución hacia prácticas agrícolas sostenibles. Su complejidad involucra a gobiernos, iniciativa privada, pequeños y grandes productores, consumidores y organizaciones afines al cultivo de la palma de aceite. Las perspectivas ambientales, económicas y sociales conforman un delicado entramado para el negocio del aceite vegetal, cuya eficiencia en su producción, la más alta entre los aceites, pone presión y reta a la industria palmera.
Debido a la eficiencia productiva de la oleaginosa, la de menor demanda energética y área de cultivo, pasó de ser un aceite vegetal cuyo consumo global en representaba el 15% en 1990, a un 36% en 2019 según Oil World. El aceite de palma se encuentra en más productos de lo que cualquiera podría imaginarse. Desde shampoo, jabones de manos, cremas dentales, alimentos para mascotas, productos de limpieza y cosméticos, comidas rápidas congeladas y repostería, entre otros.
Su bajo costo y alta productividad generó problemas ambientales en los países del sureste asiático, productores del 85% del consumo alrededor del mundo. Esto llevó a la industria a ser cuestionada y de allí nacieron iniciativas para certificar las buenas prácticas agrícolas. Europa está imponiendo restricciones a la importación de aceite de palma, obligando a la industria a comprar el aceite vegetal solo si es certificado como sostenible. Esto llevó a una catarata de críticas por parte de especialistas. Según un informe de la organización sin fines de lucro IUCN, ya se advertía desde 2017 que las medidas de prohibiciones de aceite de palma sin certificar como sostenible, no detendría la pérdida de biodiversidad ni la deforestación.
NotiPress entrevistó a José Guadalupe Pérez, ingeniero agrónomo y presidente de ABC México, empresa social radicada en San Cristobal de las Casas, en Chiapas, con enfoque en negocios sostenibles del sector rural. De un estudio en el que participó Pérez, surge que en México hay 6 millones de hectáreas aptas para el cultivo de la palma de aceite. No obstante, solo 620 mil hectáreas podrían usarse bajo las variables de zonificación en las áreas de producción, un concepto acuñado por la empresa social. Según Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), para satisfacer la demanda de aceite de palma en México, se requieren 262 mil hectáreas de cultivo. La Federación Mexicana de Palma de Aceite (FEMEXPALMA) informó en marzo de 2020, la nación azteca tenía 101 mil 753 hectáreas cultivadas a fines de 2018.
Para el ingeniero agrónomo, la solución a políticas agrícolas podría venir de la mano de la adopción de distintivos, con el propósito de estimular la sostenibilidad en los cultivos agrícolas. Estas insignias podrían ser otorgadas por el propio mercado, aunque lo ideal sería una asociación público/privada. Los distintivos permitirían homologar buenas prácticas y cuando por algún motivo no pudieran alcanzar certificaciones como la Mesa Redonda de Palma de Aceite Sostenible (RSPO por sus siglas en inglés), sería un modo de estar alineados bajo una visión de usar la agricultura como patrón de desarrollo.
Asimismo, Pérez comenta "las políticas públicas deberían estar visualizando todo el conjunto de necesidades [de los cultivos]", explica. Sin embargo, también reconoce, el gobierno puede tener voluntad, aunque por los eventuales cambios de administración podrían abandonarse los programas y se estaría en el mismo estadio inicial. Por ello la importancia de integrar la iniciativa privada.
Ofrecer un pago más alto a productores de cultivos certificados que hayan adoptado buenas prácticas agrícolas se convierte en un incentivo muy atractivo, no obstante, es el consumidor quien en tiempos recientes ha empezado a presionar al mercado y una certificación independiente podría no ser una opción para algunos productores.
Con el objetivo de apuntalar la sostenibilidad agrícola, surge la necesidad de reunir diferentes grupos de trabajo con enfoques dirigidos a satisfacer los requerimientos de los cultivos palmeros. De esta manera, el productor estaría apoyado por especialistas en áreas como variedades de plantas, nutrición o mejor aprovechamiento del suelo, abunda Pérez. Asimismo, citó el caso del cultivo de café en Colombia, donde los productores tienen acceso a apoyos en investigaciones de campo. "Puede ser un sueño pensar de hacer esto en México, pero otros países lo están haciendo", dijo. La creación de políticas agrícolas para el sector palmicultor tiene una complejidad importante y representa un reto de cara a un cultivo responsable en México.
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