Foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
La inteligencia artificial parece ser el tema de la década. Si bien el término existe dentro del mundo computacional al menos desde la década del 80, el efecto de la IA provocó tanto el espanto como la admiración del público durante los últimos 5 años. Los grandes modelos de lenguaje (LLM) dieron mucho que hablar por su gran cantidad de información y la capacidad de los chatbots para articular esos datos y ofrecer una respuesta lógica. Aun así, el sistema muestra sus limitaciones a medida que las preguntas se hacen más complejas. Como resultado, la industria comienza a experimentar su declive.
Más de una persona quedó maravillada cuando la IA se dirigió personalmente al usuario para responder la pregunta que se le había hecho. El nivel de precisión al momento de formular la respuesta revolucionó la forma de interactuar con la tecnología de la información al punto de ser integrada por una gran cantidad de empresas. No obstante, al momento de formular operaciones de mayor complejidad, el chatbot no logra dar una respuesta satisfactoria.
A esto se le suma el importante consumo de energía que requieren estos sistemas, en muchas ocasiones, innecesarias. Por ejemplo, el nuevo resumen de IA de Google en la parte superior de la página de búsqueda requiere aproximadamente 10 veces más energía para producirse que la búsqueda en sí y tiene una utilidad para el usuario final casi nula.
De acuerdo con Justin Murray, con MBA de la Universidad de St. Gallen en Suiza y colaborador para el Instituto Mises, es probable que el desarrollo futuro se vuelva más caro. "A partir del próximo año, la IA no puede confiar en las ganancias de eficiencia del hardware para cerrar la brecha de costos, ya que ya estamos cerca del límite teórico máximo sin rediseñar radicalmente cómo funcionan los procesadores", asegura Murray. En este sentido, la IA parece mostrar más perdidas que ganancias, algo que ya están percibiendo los inversores.
Por lo tanto, según el autor del artículo, la IA parece ser una repercusión significativa de la larga era del dinero fácil. Aun así, las empresas tecnológicas como Microsoft o Google están dispuestas a invertir en ella, ya que "el miedo a perderse algo es mayor que el coste de unos pocos dólares en el fondo de reserva".
Sin embargo, el dinero fácil tiene su límite. Murray afirma que "en algún momento, los inversores empezarán a preguntarse por qué estas grandes empresas tecnológicas están despilfarrando fajos de dinero en proyectos sin futuro y no lo devuelven en forma de dividendos. Las pérdidas no se pueden sostener indefinidamente".
Cuando se apague el boom de la IA, el autor considera que Microsoft o Nvidia seguirán existiendo, pero mostrarán menores beneficios y hasta es posible una ola de despidos produciendo un centenar de empresas pequeñas. La IA tiene el objetivo de ser el producto más revolucionario desde el iPhone hace 17 años, no obstante, se le está haciendo cuesta arriba a las empresas sostener este fenómeno y, según Murray, solo el dinero fácil, es el principal combustible.
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