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A principios de agosto, China lanzó su primer lote de satélites para continuar en la construcción de una mega red de casi 14 mil satélites llamada Qianfan que, en chino significa "miles de velas". El proyecto, dirigido por la empresa Shanghai Spacecom Satellite Technology (SSST), obtuvo un presupuesto de 6.700 millones de yuanes (943 millones de dólares) y cuenta con el respaldo del gobierno municipal de Shanghái lo cual lo convierte en un competidor digno de la empresa de Elon Musk, SpaceX y sus servicios de Starlink.
La iniciativa china busca ofrecer conectividad global, incluidas conexiones móviles directas, proporcionar conectividad rural, apoyar el comercio electrónico y reforzar la seguridad nacional dentro de China. Para esto, SSST busca lanzar 13.904 satélites para 2030, lo que equivale a 7 satélites lanzados por día. Esta es una proporción mucho más alta que SpaceX, la cual ha lanzado 6.895 satélites desde el primer despegue en 2019.
Para lograr este objetivo, la empresa china ha creado sistema de navegación por satélite BeiDou, la construcción de una estación espacial y una infraestructura espacial nacional que incluye grandes satélites de comunicaciones y naves espaciales de teledetección para usos civiles y militares. Mientras tanto, los cuatro puertos espaciales de China están funcionando casi al máximo de capacidad. Sin embargo, Qianfan requiere de nuevos cohetes y nuevos puertos espaciales, por lo que SSST y China están trabajando en ello.
Uno de los disparadores que inspiró a China fue el ascenso de agentes privados occidentales como SpaceX y Planet en el sector espacial. En 2014, el país comenzó a trabajar en pequeños cohetes y diminutos satélites a partir del ingreso de capital privado. Como resultado, la industria espacial china ha ascendido a niveles competitivos.
Se espera que se construya un nuevo puerto espacial comercial en la isla de Hainan, en el mar de China Meridional. Los planes prevén la construcción de hasta 10 plataformas de lanzamiento. Aunque, estos planes no garantizan el éxito del proyecto.
"En última instancia, se trata de resiliencia y calidad en la cadena de suministro: lanzamiento, fabricación de satélites y equipos terminales", afirma Ian Christensen, director sénior de programas del sector privado en Secure World Foundation. "¿Pueden las distintas entidades involucradas en este proyecto mantener la producción al ritmo necesario para lograr los cronogramas de implementación delineados?", se pregunta.
Christensen opina que, a diferencia de SpaceX, el proyecto Qianfan/G60 no está integrado verticalmente. Starlink posee y controla tanto el segmento de lanzamiento como el de fabricación de satélites. "La entidad de fabricación [de Qianfan] se estableció en 2022 y su primer satélite se produjo a fines de 2023", afirma. "¿Cómo se comportarán los productos en el espacio? ¿Se mantendrá la calidad de fabricación [de China]?", pregunta Christensen.
Más allá del éxito o el fracaso del proyecto, existe un riesgo en torno a la contaminación espacial que podría exacerbar los ya importantes problemas de los desechos espaciales. El primer lanzamiento de Qianfan/G60 el 6 de agosto creó un campo de cientos de fragmentos de escombros cuando se rompió la etapa superior del lanzador. Si a esto le sumamos el hecho de que los satélites Qianfan/G60 operarán a 800 kilómetros sobre la Tierra, unos 250 kilómetros más alto que los satélites Starlink, se presenta el riesgo de que los escombros amenacen a las naves más bajas debido a que todo desciende a la Tierra. En su afán por cumplir los ambiciosos cronogramas del proyecto, es posible que la empresa china pueda incrementar este peligro.
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