Ciudad de México,
Noelia Acuña
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La contaminación lumínica, un fenómeno cada vez más común en las grandes ciudades, es tradicionalmente asociada a efectos negativos en el medio ambiente y la biodiversidad. Sin embargo, estudios recientes sugieren que su impacto va más allá de estos ámbitos, afectando también la salud humana. En Estados Unidos, algunos estados implementaron leyes para reducir la contaminación lumínica.
Sin embargo, los niveles de luz nocturna permanecen elevados en muchas zonas del país, generando preocupaciones respecto a sus consecuencias sanitarias. Una reciente investigación encontró una posible relación entre la exposición excesiva a la luz nocturna y un mayor riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. Por otro lado, el estudio realizado en 48 estados de Estados Unidos, liderado por la doctora Robin Voigt-Zuwala, profesora adjunta del Rush University Medical Center, reveló que la contaminación lumínica nocturna podría ser un factor de riesgo en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
No obstante, según los resultados del estudio, existe una asociación positiva entre la prevalencia de la enfermedad y la exposición a la luz nocturna, especialmente en personas menores de 65 años. Los investigadores elaboraron mapas de contaminación lumínica y cruzaron esta información con datos médicos sobre riesgos conocidos como el Alzheimer, la hipertensión, la diabetes y los accidentes cerebrovasculares.
Posteriormente, dividieron los estados según la intensidad de la luz nocturna y observaron patrones claros en la correlación entre la prevalencia de la enfermedad y los niveles de luz. Los resultados indicaron que, en personas mayores de 65 años, la prevalencia del Alzheimer está relacionada con la contaminación lumínica que con factores como la obesidad, depresión o el abuso de alcohol. Sin embargo, en personas menores de 65 años, la relación es significativa, superando la influencia de cualquier otro factor de riesgo.
Aún no se comprende completamente por qué las personas más jóvenes podrían ser más vulnerables a la exposición a la luz, pero una posible explicación podría radicar en variaciones genéticas que influyen en la aparición temprana de la enfermedad. También, es más probable que las personas jóvenes residan en áreas urbanas, donde la exposición a la luz nocturna es mayor, aumentando aún más el riesgo. Ante estos hallazgos, los investigadores instan a la población a tomar medidas simples para reducir su exposición a la luz nocturna.
Bajo esta misma línea, Voigt-Zuwala sugirió el uso de cortinas opacas o antifaces para dormir, especialmente en áreas con altos niveles de contaminación lumínica. Aunque el estudio no analizó el impacto de la luz interior, se menciona que la luz azul podría afectar significativamente el sueño, por lo que el uso de filtros y luces cálidas dentro del hogar podría ser beneficioso.