
Foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
Miles de millones de dólares fluyen hacia el desarrollo de inteligencia artificial (IA) sin que exista aún un modelo de negocio claro ni beneficios financieros sostenibles. Esta concentración de inversión encendió alertas entre investigadores encargados de estudiar el comportamiento de los mercados tecnológicos, quienes advierten que la IA cumple varias condiciones históricas observadas en burbujas financieras previas.
El análisis parte del marco propuesto por los economistas Brent Goldfarb y David A. Kirsch, autores del libro Bubbles and Crashes: The Boom and Bust of Technological Innovation (2019). En esa obra, los especialistas identifican cuatro factores comunes en 58 casos históricos de burbujas tecnológicas: incertidumbre, empresas pure play, participación de inversionistas novatos y narrativas altamente persuasivas.
Desde el lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022, la IA captó la atención de inversionistas institucionales y minoristas. De acuerdo con el Silicon Valley Bank, en 2025 al menos 58% del capital de riesgo se destinó a compañías del sector. Goldfarb advirtió: "la gran pregunta es cuánto de eso está en los mercados privados y cuánto en los públicos". En caso de que la mayoría esté en mercados bursátiles, dijo, "el desplome afectaría a las pensiones y planes 401(k) de la gente común".
Uno de los elementos más notorios es la persistente incertidumbre en torno al potencial comercial de la IA. "Lo que ha ocurrido en los últimos meses es que nos hemos dado cuenta de que existe una frontera irregular, y algunas de las primeras afirmaciones sobre la eficacia de la IA fueron contradictorias o no tan buenas como se dijo en un principio", explicó Goldfarb. Según los autores, este tipo de incertidumbre es una señal común al inicio de burbujas.
En el mercado, empresas como Nvidia superaron los 4 billones de dólares en valor bursátil. Su crecimiento fue impulsado, en parte, por inversionistas minoristas sin experiencia previa. En 2024, Nvidia fue la acción más comprada por este segmento, que invirtió más de 30,000 millones de dólares.
Además del capital y la incertidumbre, la narrativa desempeña un papel central. "La incertidumbre tecnológica se presentó como una oportunidad, no como un riesgo", escriben Goldfarb y Kirsch. Promesas como la automatización total, la cura del cáncer o el desarrollo de una inteligencia superior a la humana reforzaron el entusiasmo del mercado, a pesar de la falta de resultados comprobables.
Los investigadores comparan este fenómeno con la burbuja de la aviación en los años veinte. Tras un auge de inversión impulsado por avances como el vuelo transatlántico de Charles Lindbergh, las acciones del sector perdieron el 96% de su valor entre 1929 y 1932.
Si bien el marco no afirma que la IA sea, con certeza, una burbuja en formación, los patrones observados coinciden con ciclos anteriores. Entre ellos se encuentran la fuerte entrada de capital sin retorno probado, el entusiasmo basado en narrativas y la falta de claridad sobre cómo estas tecnologías generarán ingresos sostenibles.
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