Foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
En las especies monógamas, los comportamientos prosociales dirigidos hacia las parejas son dramáticamente diferentes de los dirigidos hacia individuos desconocidos y amenazas potenciales. El cerebro produce más de la hormona inductora del placer dopamina cuando se anhela o pasa el rato con una pareja. Pero cuando esta relación termina, su huella química única se desvanece. Zoe Donaldson, profesora asociada de neurociencia conductual en CU Boulder, busca obtener una nueva visión de lo que sucede dentro del cerebro humano para hacer posibles las relaciones íntimas y cómo se supera, neuroquímicamente hablando, cuando se cortan esos lazos.
Publicado en la revista Current Biology, la investigación de Donaldson se centra en topos de la pradera. Lo importante de estos animales es que están entre el 3% y 5% de mamíferos que forman enlaces de pares monógamos. Similar a los humanos, estos roedores tienden a aparearse a largo plazo, compartir un hogar, criar a sus hijos y experimentar algo parecido al dolor cuando pierden a su pareja.
¿En qué consistió el estudio?
Se utilizó tecnología de neuroimagen para medir, en tiempo real, lo que sucede en el cerebro cuando un topo trata de llegar a su pareja. En un escenario, el animal presionó una palanca para abrir una puerta a la habitación donde estaba su pareja. En otro, tuvo que trepar por una valla para esa reunión. Mientras tanto, un pequeño sensor de fibra óptica rastreó la actividad, milisegundo a milisegundo, en el núcleo del animal, una región del cerebro responsable de motivar a los humanos a buscar cosas gratificantes, como alimento. Los estudios de neuroimagen humana demostraron que es el núcleo accumbens, este se ilumina cuando se sostiene la mano de la pareja.
Cada vez que el sensor detecta un pico de dopamina, se ilumina como un palo luminoso. En otro experimento, la pareja de animales se mantuvo separada durante cuatro semanas, el tiempo suficiente para que los topos encontraran otra pareja. Cuando la pareja se reunió, se recordaron el uno al otro, pero su característica oleada de dopamina casi había desaparecido, es decir, la antigua pareja era indistinguible de cualquier otra."Pensamos en esto como una especie de reinicio dentro del cerebro que permite que el animal ahora siga y potencialmente forme un nuevo vínculo", señala la investigación.
"La esperanza es que al entender cómo se ven los lazos saludables dentro del cerebro, podamos comenzar a identificar nuevas terapias para ayudar a las muchas personas con enfermedades mentales que afectan a su mundo social", explicó Donaldson.
Así pues, podría ser una buena noticia para quienes han sufrido una ruptura dolorosa, esto sugiere que el cerebro tiene un mecanismo inherente para protegerse del corazón roto. De esta manera, consideran podría, en última instancia, tener implicaciones importantes para las personas con problemas para formar relaciones cercanas o para aquellos que luchan por superar la pérdida, una condición conocida como trastorno de duelo prolongado.
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