Ciudad de México,
Judith Moreno
Crédito foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
La comunicación entre sistema digestivo y sistema nervioso central puede generar un ciclo interdependiente de síntomas físicos y emocionales, según información difundida el 15 de octubre por el Hospital Houston Methodist. Esta interacción, conocida como eje intestino-cerebro, desempeña un papel clave en afecciones frecuentes, entre ellas el síndrome del intestino irritable (SII) y la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
El doctor Eamonn Quigley, gastroenterólogo del Houston Methodist, explicó que el eje intestino-cerebro transmite señales entre intestino y cerebro mediante el nervio vago, generando respuestas fisiológicas en ambas direcciones relacionadas. Bajo esta dinámica, estados emocionales pueden generar manifestaciones intestinales, y problemas digestivos pueden traducirse en alteraciones del estado de ánimo.
Según el especialista, el estrés tiene efectos fisiológicos y clínicos notorios en esta conexión. Al presentarse, puede producir síntomas como náuseas o diarrea, y molestias digestivas sostenidas pueden incidir directamente en el bienestar psicológico. En estos casos, personas con SII pueden desarrollar ansiedad o depresión, situación que, a su vez, intensifica los síntomas intestinales, perpetuando un ciclo difícil de interrumpir.
Así, la gravedad de este mecanismo puede variar entre pacientes. Algunos manifiestan signos que tienen origen predominante en el intestino, mientras otros presentan manifestaciones más influenciadas por información sensorial procesada desde el cerebro. En quienes padecen SII severo y además enfrentan cuadros de ansiedad, depresión o somatización, los síntomas tienden a estar impulsados por señales neuronales centrales, aunque se expresan en forma de alteraciones gastrointestinales.
Este fenómeno no se limita únicamente a SII o EII, ya que el eje intestino-cerebro también aparece en otros trastornos. Dolencias sin causa cardíaca, alteraciones respiratorias y patologías neurológicas como la enfermedad de Parkinson o la esclerosis múltiple presentan componentes vinculados con esta conexión.
Frente a estas condiciones, existen estrategias terapéuticas denominadas intervenciones mente-intestino. Estas abarcan desde el uso controlado de medicamentos como ansiolíticos o antidepresivos, hasta métodos no farmacológicos. En este contexto, terapias conductuales dirigidas, entre ellas la terapia cognitiva o la atención plena, han mostrado eficacia en pacientes con SII, especialmente aquellos con influencia cerebral predominante.
Además, el microbioma intestinal forma parte activa de este eje. Investigaciones mencionadas por el doctor Quigley indican que es posible modular síntomas emocionales mediante la administración de probióticos. Aunque los datos disponibles aún resultan limitados, algunos estudios preliminares sugieren efectos positivos en cuadros de ansiedad y depresión mediante el ajuste de la flora intestinal.
En síntesis, la interacción entre sistemas digestivo y nervioso no solo explica la coexistencia de síntomas físicos y emocionales, sino que plantea retos clínicos importantes. La evidencia presentada por el equipo médico del Hospital Houston Methodist resalta la necesidad de comprender estas relaciones para mejorar el abordaje de trastornos que, sin esta perspectiva, podrían interpretarse como exclusivamente somáticos o psicológicos.