Foto: Sergio F Cara (NotiPress/Composición)
Jo Keefe, un abogado jubilado de New Hampshire, enfrentaba las dificultades típicas del Parkinson: temblores y problemas para caminar. Sin embargo, eran las náuseas diarias las que realmente deterioraban su calidad de vida. Como él, muchos pacientes padecen síntomas gastrointestinales severos, como estreñimiento y dolor abdominal, que a menudo preceden a las manifestaciones neurológicas de la enfermedad por décadas.
Recientes investigaciones de la Universidad de Harvard sugieren que estos problemas no son incidentales: el Parkinson podría originarse en el intestino, un hallazgo que podría transformar la comprensión del segundo trastorno neurodegenerativo más común del mundo.
El sistema nervioso entérico, conocido como el "segundo cerebro", regula los procesos digestivos y alberga tantas neuronas como la médula espinal. Según Trisha Pasricha, especialista en neurogastroenterología del Centro Médico Beth Israel Deaconess, este sistema interactúa estrechamente con el cerebro mediante el nervio vago, enviando señales que influyen en el estado de ánimo, el hambre y la percepción del dolor.
Los estudios identificaron en el intestino la presencia de alfa-sinucleína, una proteína mal plegada asociada con el Parkinson, hasta 20 años antes de que se manifiesten síntomas neurológicos. Esta proteína podría migrar desde el intestino hasta el cerebro a través del nervio vago, desencadenando el daño característico de la enfermedad.
Por otro lado, el intestino también alberga el microbioma, una comunidad de bacterias que regulan la inmunidad y la inflamación. Cuando este equilibrio se rompe, en un fenómeno llamado disbiosis, pueden liberarse compuestos dañinos que contribuyen a trastornos neurológicos, como Parkinson, Alzheimer y esclerosis múltiple.
Laura Cox, investigadora de la Facultad de Medicina de Harvard, señala que ciertos microbios intestinales pueden interferir con funciones inmunológicas críticas, agravando la acumulación de proteínas dañinas en el cerebro. Además, metabolitos liberados por estas bacterias pueden viajar al cerebro a través del torrente sanguíneo o activar células inmunes intestinales que influyen en la neurodegeneración.
Hallazgos recientes y terapias emergentes
Un estudio publicado en The Journal of the American Medical Association encontró que el daño a la mucosa intestinal está relacionado con un riesgo 76% mayor de desarrollar Parkinson. Aunque aún no se comprende completamente la relevancia de la alfa-sinucleína en el intestino, estos hallazgos abren nuevas posibilidades para identificar biomarcadores tempranos y desarrollar terapias preventivas.
Las terapias basadas en el microbioma están ganando terreno. Por ejemplo, investigadores están explorando el uso de probióticos y prebióticos para mejorar la salud intestinal, mientras que trasplantes fecales mostraron resultados prometedores en modelos animales para enfermedades como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
Si bien queda mucho por investigar, el enfoque en el eje intestino-cerebro podría permitir la detección temprana y la intervención preventiva en enfermedades neurodegenerativas. Según Pasricha, "el objetivo de todos es encontrar un biomarcador temprano para el Parkinson y nuestra esperanza es que podamos encontrar uno en el intestino". Este enfoque no solo podría beneficiar a pacientes con Parkinson, sino también a quienes padecen otros trastornos devastadores del sistema nervioso.
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