Ciudad de México,
Andrés Zimbrón
Crédito foto: Marcelo de Souza vía Unsplash
Un estudio realizado por científicos de la Universidad Estatal de Washington, demostró que el ejercicio intenso y una dieta balanceada pueden reducir los antojos de alimentos grasos. En una primera fase, los investigadores realizaron pruebas por 30 días a ratas que se ejercitaron intensamente y resistieron las señales de alimentos con un nivel alto de grasa.
Según el reporte publicado en Science Daily, el análisis se hizo con el fin de probar la resistencia al fenómeno conocido como incubación del deseo. En otras palabras, cuanto más tiempo se niega una sustancia deseada, más difícil es ignorar las señales para ella. Esto último tendría una repercusión en el antojo por alimentos grasos, así como en la intensión por realizar ejercicio.
Travis Brown, principal autor del experimento, señaló que una parte realmente importante de mantener una dieta y evitar los alimentos grasos es tener algo de poder cerebral. "Tener la capacidad, pero sobre todo, la voluntad de decir ‘no y me voy abstener’, es clave para seguir una dieta", añadió.
Además, el también fisiólogo y neurocientífico declaró que el ejercicio no solo podría ser benéfico para perder peso, sino también para controlar el antojo de alimentos grasos. De acuerdo con el reporte, Brown y sus colegas sometieron a 28 ratas a un entrenamiento con una palanca que cuando se presionaba, encendía una luz y sonaba una alarma antes de dispensar el alimento alto en grasa.
Después del periodo de entrenamiento, los investigadores probaron para ver cuántas veces las ratas eran capaces de accionar dicha palanca con el fin de obtener la señal de luz y tono. Posteriormente, dividieron a las ratas en dos grupos, el primero se sometió a un régimen de carrera en cinta de alta intensidad, el otro tenía ejercicio adicional fuera de su actividad regular.
Cabe señalar que a ambos grupos de ratas se les negó el acceso a los granos altos en grasa durante 30 días y al final del periodo, se les dio el acceso para accionar de nueva cuenta las palancas. Tras ello, los animales que no hicieron ejercicio presionaron las palancas más en comparación a otras con actividad física intensa; en suma, el ejercicio disminuyó el deseo del alimentos grasos.
A pesar de los hallazgos, los científicos todavía no logran resolver una incógnita sobre si los alimentos pueden ser adictivos de la misma manera que las drogas. "No todos los alimentos parecen tener un efecto adictivo, por ejemplo, nadie come brócoli en exceso", expresó Brown.
Para los científicos, las personas parecen responder a las señales, por ejemplo, anuncios de comida rápida alentándolos a comer alimentos ricos en grasa o azúcar. Este tipo de señales pueden ser más complicadas de resistir cuanto más tiempo hagan una dieta o lleven un régimen alimenticio estricto reducido en carbohidratos y grasas.
Debido a esta situación, los investigadores creen que su estudio podría ser una clara señal de que el ejercicio puede apuntalar la moderación cuando se trata de los alimentos grasos. En un futuro, los científicos de la Universidad Estatal de Washington tienen la intención de investigar el efecto de los diferentes niveles de ejercicio y los tipos de antojo en el cerebro.