Mitos y realidades de la lactancia materna

 13-11-2019
Patricia Manero
   
Foto: Pixabay

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Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 2,7 millones de niños mueren debido a la desnutrición infantil, representando alrededor del 45 por ciento de todas las muertes infantiles en el mundo. Asimismo, la lactancia materna y la alimentación del niño pequeño son fundamentales en función de mejorar la supervivencia infantil, ayudar al crecimiento y desarrollo saludable.

En este sentido, los dos primeros años de vida de un niño son importantes en materia de alimentación: una alimentación óptima podría reducir las cifras de morbilidad y moralidad, evitar enfermedades crónicas y ayudar al desarrollo general. De esta manera, si todos los niños de 0 a 23 meses fueran amamantados de manera óptima, cada año se salvarían cerca de 820 mil niños menores de 5 años.

La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante seis meses, después se puede empezar a introducir otros alimentos propios para la edad, y prolongarla hasta los dos años. Cada periodo de lactancia es distinto, pero puede resultar complicado para las madres primerizas ya que existen mitos relativos a la lactancia que dificultan la adaptación de la mamá y el bebé:

Amamantar es algo natural. Dar de lactar no siempre es fácil, se necesita tiempo y práctica; los bebés nacen con reflejos para mamar. No obstante, muchas mamás necesitan aprender a colocar de manera correcta al lactante, asegurarse de que logre agarrar y succionar bien el pecho.

Duele. Si bien los primeros días pueden presentar molestias, la lactancia no tiene por qué doler. Sólo es necesario acomodar bien al lactante para evitar heridas y grietas en los pezones.

La leche materna es pesada después de los seis meses. Al contrario, la leche materna es más fácil de digerir, por ello, los niños que toman leche materna se alimentan más frecuentemente a comparación de los alimentados con leche artificial. Después de las primeras semanas, normalmente se alimentan cada dos o tres horas.

Pezones limpios. Se piensa necesario lavar los pezones antes de amamantar, pero esto no es necesario. El lactante estará familiarizado con el olor y en función de eso se relajará para una lactancia amena. Asimismo, los pezones producen una sustancia que ayuda a desarrollar el sistema inmunológico del infante.

Finalmente, una mayor duración de la lactancia materna también contribuye a mejorar la salud y bienestar de la madre. Lactar reduce el riesgo de cáncer de ovarios y mama; ayuda a espaciar los embarazos, pues la lactancia exclusiva de menores de seis meses genera un efecto hormonal que generalmente induce la amenorrea.




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