Una razón importante para prevenir y controlar la diabetes

 25-11-2025
Martín Olivera
   
Foto: Unsplash

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Controlar la diabetes no solo es clave para estabilizar los niveles de glucosa en la sangre, sino también para evitar complicaciones graves, como la enfermedad renal crónica. Esta afección, también conocida como insuficiencia renal crónica, puede avanzar sin síntomas durante años y comprometer gravemente la salud si no se detecta ni se atiende a tiempo.

De acuerdo con Mayo Clinic, hasta el 40% de las personas diagnosticadas con diabetes podrían desarrollar enfermedad renal crónica. En estos casos, los riñones pierden su capacidad de filtrar correctamente los desechos de la sangre y de regular los niveles de líquidos y sales, conduciendo a una insuficiencia renal terminal.

El nefrólogo Ivan Porter II explicó que tanto la diabetes tipo 1 como la tipo 2 pueden desencadenar complicaciones renales. "Los niveles elevados de glucosa circulante en la sangre son tóxicos para los nervios y los vasos sanguíneos, y los riñones son básicamente una gran pelota de vasos sanguíneos", señaló el especialista.

La regulación del azúcar en la sangre depende en parte de la función clave que desempeñan los riñones en el organismo. Cuando la glucosa se mantiene en niveles altos de forma persistente, puede provocar alteraciones químicas en los tejidos renales. Según Porter, "la presencia de una alta concentración de glucosa provoca cambios químicos que causan la aparición de proteína en la orina, y esa presencia activa directamente factores que provocan cicatrización y fibrosis dentro del riñón".

El deterioro de la salud puede intensificarse cuando la diabetes no recibe un tratamiento oportuno y constante. La enfermedad renal crónica progresa por etapas, determinadas por la tasa de filtración glomerular (TFG), una medida de qué tan eficientemente los riñones filtran los desechos. A partir del estadio 3, que se diagnostica con mayor frecuencia, el deterioro comienza a ser clínicamente significativo y puede avanzar hacia una insuficiencia renal total.

La interacción entre ambas condiciones es compleja y un mal control de la diabetes puede deteriorar la función renal, y la pérdida progresiva de esa función puede generar resistencia a la insulina. Esta relación también puede empeorar una diabetes preexistente. Porter advierte: "la presencia de otras comorbilidades, como la presión arterial no controlada, la diabetes no controlada o la presencia de proteína en la orina, puede hacer que lo que parece un estadio inicial sea peor para una persona".

Reducir el riesgo de estas complicaciones implica mantener la diabetes bajo control con medicamentos, monitoreo constante y cambios en el estilo de vida. El tratamiento incluye alimentación saludable, actividad física regular y evitar factores de riesgo como el sobrepeso, el sedentarismo y el consumo excesivo de alcohol.

No todas las personas con diabetes desarrollarán daño renal. No obstante, el control temprano y constante de los niveles de glucosa representa una medida esencial para proteger los riñones y evitar consecuencias potencialmente irreversibles.




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