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Mientras que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU) estima que los casos por violencia doméstica aumentan por 31 millones cada seis meses debido a la pandemia de Covid-19, una investigación del Centro de Políticas de Salud en Stanford reveló los efectos negativos de la violencia doméstica en el desarrollo prenatal y la salud de los recién nacidos tras la gestación.
De acuerdo con los hallazgos de Maya Rossin-Slater, académica del Instituto de Investigación en Políticas Económicas de la Universidad de Stanford, los bebés de madres víctimas de violencia por parte de sus parejas son más propensos a nacer prematuramente o con peso bajo, gracias al estrés derivado de factores ambientales adversos y el impacto directo en la salud de las madres que sufren los asaltos. La obtención de resultados derivó de varias estrategias.
La primera, consistió en analizar el estado de los embarazos de mujeres que hayan realizado denuncias al 911 por violencia doméstica durante los nueve meses anteriores al parto. Estos se compararon con los embarazos de mujeres que realizaron denuncias en un periodo de 10 meses posterior al parto, las cuales sirvieron como grupo de control. La selección de población se limitó a los distritos de Bronx, Brooklyn y Queens en el estado de Nueva York. Los archivos analizados comprendieron el periodo de 2004 a 2012.
Además, se compararon dos embarazos de la misma madre, uno vivido bajo condiciones de violencia y otro no. De este diseño experimental se encontró que los bebes del estudio obtuvieron resultados más bajos (entre 41 y 61 por ciento) en la prueba de Apgar, métrica destinada a evaluar la condición del neonato a partir de parámetros médicos como el peso, frecuencia cardiaca, respiración y reflexión. Aunado a esto, parte de las conclusiones del estudio afirman que el costo social de la violencia doméstica durante el embarazo asciende a más de 3.8 mil millones de dólares al año en los Estados Unidos, derivados de los gastos médicos y bajas expectativas médicas de los infantes.
Estos resultados apuntan a un escenario particularmente desfavorable para las mujeres de bajos recursos y sus hijos, quienes, en palabras de Rossin-Slater "son más propensas a ser víctimas de violencia doméstica que sus contrapartes más aventajadas, y la Covid-19 probablemente amplifica esta disparidad gracias a las medidas de aislamiento social.". Aunado a esto, la mala salud en los recien nacidos puede perseguirlos toda su vida, replicando las condiciones de desigualdad a nivel intergeneracional. Ello vuelve necesario, según las conclusiones del paper publicado en conjunción con Janet Currie y Michael Mueller-Smith: "generar un debate público acerca del sistema judicial y los programas que impactan en el comportamiento criminal en general."
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