
Foto: Josue Díaz (NotiPress/Composición)
América Latina y el Caribe continúan enfrentando altos niveles de desigualdad, situación que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) califica como estructural y persistente. En su más reciente edición del Panorama Social de América Latina y el Caribe 2025, el organismo regional señala que "la desigualdad del ingreso en América Latina y el Caribe continúa siendo estructuralmente elevada" y que su medición tradicional, basada en el índice de Gini, no refleja completamente la magnitud del fenómeno.
Según el documento al cual accedió NotiPress, si bien hubo leves mejoras en la distribución del ingreso, estas "no implican transformaciones estructurales" y se deben más a "dinámicas laborales y a tendencias demográficas de largo plazo" que a políticas redistributivas efectivas. En 2024, el índice de Gini promedio en 12 países de la región fue de 0,452, una reducción respecto a 0,469 registrado en 2021, lo que representa una disminución anual del 1,3%.
En efecto, el índice de Gini promedio de la región "es el más alto de todas las regiones del mundo, y solo inferior a una subregión de África (África Subsahariana)". En comparación con los países de la OCDE, la CEPAL advierte que "la desigualdad de ingresos de la región es persistentemente más alta". En 2023, el índice de Gini promedio en América Latina alcanzó un valor de 0,472, frente a 0,322 en el conjunto de la OCDE.
Para la CEPAL, la desigualdad no se limita al ingreso. Se manifiesta también en el acceso a servicios esenciales, la calidad educativa, el empleo y la salud. Por ello, el informe sostiene que "la desigualdad es un fenómeno multidimensional que se manifiesta en ámbitos fundamentales para la población" y que debe ser medida con enfoques integrales que consideren diversas dimensiones del bienestar.
Como respuesta a esta necesidad, el organismo regional propone el uso de un enfoque basado en la "matriz de la desigualdad social", que incorpora ejes como género, edad, etnia, zona de residencia y estrato socioeconómico. Este marco permite identificar las intersecciones donde se profundizan las desventajas, como en el caso de mujeres indígenas que viven en zonas rurales, o jóvenes de bajos ingresos con acceso limitado a educación y salud.
Un ejemplo concreto de este enfoque es la medición de la pobreza multidimensional, desarrollada por la CEPAL a través del Índice de Pobreza Multidimensional para América Latina (IPM-AL). Esta herramienta considera privaciones en cuatro dimensiones: vivienda, salud, educación, y empleo y pensiones. En 2024, el 20,9% de la población regional se encontraba en situación de pobreza multidimensional, con un 29,1% de esta condición explicada por la dimensión de empleo y pensiones, y un 28,4% por condiciones de vivienda.
El informe subraya que "es crucial avanzar en una medición de la desigualdad que la abarque en su integralidad" y reconoce que actualmente los países de la región enfrentan desafíos metodológicos y de disponibilidad de datos homogéneos. La CEPAL insiste en la necesidad de consensuar "dimensiones, indicadores y procedimientos" que permitan institucionalizar una medición confiable y sostenida.
Adicionalmente, la institución destaca el papel de fuentes complementarias, como los registros tributarios y las cuentas nacionales distributivas, para obtener una visión más completa de la concentración del ingreso. En ese sentido, menciona estimaciones del World Inequality Lab, que indican una leve reducción en la participación del 1% más rico en el ingreso total después de la pandemia, aunque advierte que se requiere un monitoreo constante para evaluar si esta tendencia se mantiene.
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