Ciudad de México,
Carlos Ortíz
Crédito foto: Axel Olivares (Composición/NotiPress)
Rusia se convirtió en la primera gran potencia global en reconocer oficialmente al gobierno talibán de Afganistán. El 21 de junio, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, Zamir Kabulov, enviado especial del Kremlin, confirmó la decisión. Según declaraciones recogidas por DW, Kabulov afirmó: "Esta decisión fue tomada teniendo en cuenta la realidad actual y el interés nacional de Rusia".
La medida otorga legitimidad internacional a un régimen que permanecía marginado desde la retirada de Estados Unidos en 2021. Hasta ahora, ningún país miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU había dado este paso. Desde 2021, Moscú mantiene relaciones diplomáticas con los talibanes, quienes han permitido la operación de la embajada rusa en Kabul.
El reconocimiento tiene implicaciones que trascienden Asia Central. Rusia busca fortalecer la estabilidad regional, minimizar la amenaza de grupos como el Estado Islámico en Khorasán (IS-K) y controlar el narcotráfico. También persigue proteger sus intereses económicos mediante el comercio de productos básicos como petróleo, trigo y gas con Afganistán.
El contexto geopolítico actual explica el momento elegido. Rusia, enfrentando sanciones de Occidente por la guerra en Ucrania, busca ampliar sus alianzas internacionales. Por su parte, Afganistán, aislado tras la negativa de Estados Unidos y la Unión Europea a reconocer su régimen, encuentra en Moscú un aliado dispuesto a priorizar sus intereses estratégicos por encima de las preocupaciones sobre derechos humanos.
Las reacciones internacionales han sido mixtas. Mientras algunos países de Asia Central mantienen relaciones pragmáticas con Kabul, la ONU aún no reconoce oficialmente al gobierno talibán. Según DW, "Rusia, China e Irán son los actores clave que han mantenido canales de comunicación abiertos con Kabul".
El reconocimiento oficial marca un nuevo capítulo en la política exterior rusa. Con esta decisión, el Kremlin busca reforzar su influencia regional y aprovechar el vacío dejado por Occidente, en un entorno geopolítico caracterizado por tensiones y realineamientos globales.