Viernes, 19 de diciembre de 2025

Científicos latinoamericanos en el extranjero enfrentan un alto costo emocional

Investigadores comparten el impacto emocional de dejar su país y las herramientas que les ayudan a mantenerse firmes en entornos académicos

Ciudad de México , 14-08-2025   Carlos Ortíz

Crédito foto: NA

Trabajar en investigación científica lejos del país de origen implica más que avanzar profesionalmente. Para muchos científicos latinoamericanos, emigrar en busca de oportunidades académicas también supone una carga emocional compleja, marcada por la distancia familiar, el desarraigo cultural y la presión por rendir en entornos altamente competitivos.

De acuerdo con testimonios recopilados por Nature, la experiencia compartida por investigadores de América Latina radicados en Australia, Estados Unidos y Europa revela que la salud mental se ve afectada por factores como la soledad, el idioma, la falta de redes de apoyo y el esfuerzo por demostrar que pertenecen al entorno científico global. Aunque sus logros son valorados por sus comunidades, el costo emocional suele pasar desapercibido.

Para María del Mar Quiroga, especialista en datos en la Universidad de Melbourne, la crianza en el extranjero sin red familiar representa un desafío mayor. "Criar a un hijo sin ayuda fue realmente duro. Nunca tuvimos a nadie más que cuidara de nuestro hijo", relató. La investigadora argentina señaló que actividades como el tejido y guardar mensajes positivos en una "carpeta de bienestar" la han ayudado a manejar el síndrome del impostor.

En Estados Unidos, Carolina Lambertini, bióloga brasileña en la Universidad Estatal de Pensilvania, enfrentó discriminación y barreras lingüísticas. "No nací con el privilegio de hablar el idioma dominante de la investigación", explicó. Para sobrellevarlo, optó por hacer terapia con una profesional de Brasil. "No podía imaginar traducir emociones tan profundas al inglés", agregó. Su experiencia muestra cómo el acompañamiento terapéutico culturalmente cercano puede ser clave para restablecer el bienestar.

Desde Suecia, Mario Romero, profesor de visualización de datos, compartió cómo el exceso de trabajo lo llevó a un colapso. "Trabajé 90 horas en una semana, sin dormir durante 35. Tuve un momento en el que me vi trabajar, pero no sentí que fuera yo". Tras ese episodio, implementó una jornada laboral estándar, paseos al aire libre y pausas para reconectar con su entorno.

Por su parte, Juan Henao, investigador colombiano en Nevada, vive dividido entre dos países. "Viajo unas cuatro veces al año para no perderme la vida de mis hijos", señaló. Este ir y venir constante afecta su integración cultural y equilibrio personal, pero el deporte y los pasatiempos no laborales le han permitido mantener estabilidad emocional.

Pese a las dificultades, todos coinciden en que hablar abiertamente, construir redes afines y establecer límites claros ha sido esencial para sostener sus carreras científicas sin descuidar la salud mental. Estas experiencias reflejan una realidad compartida por muchos profesionales del sur global que, al migrar, no solo buscan oportunidades, sino también formas de sostenerse emocionalmente en sistemas que aún no terminan de adaptarse a su diversidad.

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