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El dolor abdominal, la urgencia para ir al baño y una diarrea persistente suelen atribuirse al estrés o a una comida mal digerida. Sin embargo, especialistas señalan que estos síntomas también podrían corresponder a la colitis ulcerosa, una enfermedad inflamatoria intestinal crónica que requiere diagnóstico temprano y tratamiento continuo para evitar complicaciones mayores.
La colitis ulcerosa (CU) afecta únicamente al colon y suele manifestarse con inflamación en el revestimiento del intestino grueso. Según el Dr. Hassan Dakik, gastroenterólogo del Hospital Houston Methodist, "la colitis ulcerosa es esencialmente un ataque autoinmune a las propias células intestinales". Aunque suele comenzar en la adultez temprana, puede desarrollarse a cualquier edad y presentar síntomas intermitentes.
Entre los signos iniciales se identifican el sangrado rectal, el aumento en la frecuencia de las deposiciones y una necesidad urgente de evacuar. Con el avance de la enfermedad, puede aparecer dolor abdominal. "Puede comenzar en la región pélvica y extenderse al abdomen izquierdo, o puede ser un dolor más generalizado que empeora a medida que la enfermedad progresa", explicó el especialista.
Diversos pacientes presentan síntomas fuera del sistema digestivo: "A veces, los primeros síntomas se manifiestan en la piel, las articulaciones o los ojos", afirmó Dakik. Estas manifestaciones extraintestinales pueden incluir erupciones, llagas bucales o dolor articular.
Los factores que desencadenan la CU aún no pueden ser comprendidos por completo. Las investigaciones apuntan a una combinación entre predisposición genética, disfunción inmunológica y elementos ambientales. "Definitivamente también existe una predisposición genética, la colitis ulcerosa tiende a presentarse en grupos familiares" indicó Dakik.
El diagnóstico suele comenzar con análisis de sangre, estudios de heces y pruebas de imagen. Para confirmarlo, los médicos recurren a una colonoscopia con biopsia. "Muchas personas se sienten ansiosas por hacerse una colonoscopia, pero a menudo podemos hacer primero las pruebas no invasivas", explicó el médico.
Sobre el tratamiento, se prioriza la reducción de la inflamación intestinal y la prevención de brotes. Para casos leves, se utiliza mesalamina en forma de supositorios o enemas y en situaciones moderadas o graves, se emplean terapias biológicas e inmunomoduladores. "Planificamos su tratamiento para que se adapte a su vida", expresó Dakik.
El seguimiento médico regular es clave para evitar complicaciones a largo plazo. Entre los controles habituales se encuentran análisis de laboratorio, evaluación de respuesta al tratamiento y colonoscopias cada uno o dos años. "Con las terapias modernas, muchas consultas pueden incluso realizarse por video", agregó el especialista.
La CU mal controlada puede aumentar el riesgo de cáncer colorrectal, motivo por el cual se recomienda una vigilancia más estricta en estos pacientes. "El riesgo de cáncer está relacionado con la intensidad de la inflamación a lo largo del tiempo", advirtió Dakik.
Aunque no existe una dieta específica, los médicos recomiendan identificar y evitar alimentos desencadenantes. "La mayoría de los pacientes aprenden qué desencadena sus síntomas y se adaptan con el tiempo", concluyó.
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