Ciudad de México,
Julia Alós
Crédito foto: Markus Spiske vía Unsplash
Con el comienzo del enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania, la seguridad alimentaria mundial y el hambre podrían verse impactados negativamente. En ese sentido, Gilbert Houngbo, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), señala que a raíz de esto, muchos no tendrán la capacidad económica de absorber la inflación alimenticia. Sin embargo, esta no es la única causa del alza en casos de desnutrición alrededor del globo.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial (FEM), una disputa prolongada entre Rusia y Ucrania podría poner en peligro la seguridad alimentaria de múltiples países y aumentar las tensiones geopolíticas. Aproximadamente 40% de los cultivos de trigo y maíz de Ucrania se exportan al Medio Oriente y África, regiones que ya enfrentan hambre y aumentos de precios en productos básicos.
La continuación de esta confrontación significaría la limitación de los suministros de estos artículos, lo que podría desembocar en más hambruna. Precisamente, tras empezar el conflicto, los precios globales de comida aumentaron un 20%, cifras récord según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
No obstante, existen otros factores que impactan los niveles actuales de seguridad alimentaria en el mundo, como el brote de Covid-19. El surgimiento del virus también afectó considerablemente a los sistemas globales de alimentos, gracias a las desaceleraciones económicas y recesiones que trajo consigo. En 2020, entre 720 y 811 millones de personas experimentaron hambre, afirman datos de las Naciones Unidas. Algunas regiones se vieron más afectadas, con África como una de las más perjudicadas, donde una de cada cinco personas pasó hambre. Fue exactamente en ese año donde la prevalencia de la desnutrición pasó del 8,4% al 9,9%, incluso cuando los índices estuvieron estables de 2014 al 2019.
Para abordar esta crisis global, el FEM ha propuesto seis recomendaciones diferentes, la primera de ellas referente a la integración de políticas humanitarias para la consolidación de la paz. También, se planteó el aumento de la resiliencia climática en todo sistema alimentario, así como el fortalecimiento de la resistencia de los más vulnerables ante las adversidades económicas. Asimismo, se pretende intervenir en los precios de alimentos nutritivos para disminuir su costo como parte de una estrategia para minimizar la pobreza y las desigualdades estructurales. Por último, se busca modificar las conductas de los consumidores para promover los transiciones dietéticas necesarias que garanticen la salud de la población y del medio ambiente.
Justamente, el cambio climático es un factor que contribuye al alza de desnutrición en el globo y por ello, las Naciones Unidas resaltan la importancia de impulsar técnicas agrícolas climáticamente inteligentes. Esto con el fin de restaurar los cultivos degradados y de mejorar las cadenas de abastecimiento para reducir la pérdida de comida.
Aún cuando las metas que se plantean las Naciones Unidas tardarán una cantidad de tiempo considerable en brindar frutos, sería esencial fomentar la implementación de estas medidas en todo el mundo. Estos, son objetivos diseñados para ayudar principalmente a la población más vulnerable que padece hambre en África (282 millones), Asia (418 millones) y América Latina (60 millones). Además, pretenden combatir el resto de problemas en la seguridad alimentaria global producto de la guerra entre Rusia y Ucrania.